El siguiente artículo apareció en 1845 en la revista "The Prophet" (El Profeta) que el hermano Pratt publicaba en la ciudad de Nueva York.
EL hombre es un ser eterno, así en lo que concierne a su organización material como en lo que toca a su mente y afectos. La resurrección de la muerte lo restablece a la vida con todos sus poderes, facultades corporales y mentales, y (si es vivificado por la gloria celestial) consiguientemente, lo une a su familia, amigos y parientes, para formar uno de los eslabones necesarios en la cadena que estrecha a la gran y real familia de los cielos y de la tierra en un lazo eterno de cariño y asociación consanguíneos. El orden del gobierno de Dios, tanto en lo que se mide por el tiempo como en la eternidad, es patriarcal; es decir, es un gobierno paternal. Todo padre que es levantado de los muertos y es hecho partícipe de la gloria celestial en su plenitud tendrá jurisdicción legítima en sus propios hijos y en todas las familias que de ellos nazcan por todas las generaciones para siempre jamás.
En esta época hablamos de que los niños llegan a ser mayores de edad, como se dice, y estimamos que cuando son mayores de edad quedan libres de la autoridad de su padre. Pero no se conoce tal regla en la ley y organizaciones celestiales, ni en esta vida ni en la venidera. Según esta ley, el hijo está sujeto a su padre para siempre jamás, por los siglos de los siglos. También tenemos una regla, establecida hoy en la tierra, según la cual una mujer llega a ser la esposa de un hombre, y está sujeta a él por ley hasta que la muerte los separa. Pero en el orden celestial no es así, por la más sencilla de todas las razones, a saber, que el orden celestial es un orden de vida eterna; no reconoce la muerte y, por consiguiente, nada ha dispuesto para tal eventualidad. Por tanto, todos sus convenios y con¬tratos son eternos en cuanto a su duración y tienen por objeto enlazar a los varios miembros de la familia en una unión eterna.
Nuestro venerable padre Adán, tomó a nuestra madre Eva por esposa cuando la familia humana y el mundo en que vivían se hallaban tan libres de la muerte como Dios y su trono. Quisiéramos preguntar, ¿qué clase de contrato celebraron, y por cuánto tiempo iba a durar? ¿Iba a efectuarse de acuerdo con el poder y unión de una vida sin fin; o era sólo para cumplir un objeto momentáneo, hasta que la muerte hiciera la separación? La respuesta es obvia. Este contrato matrimonial debe haber sido eterno, o de lo contrario, estaba comprendido en él la pecaminosa así como cruel idea de un divorcio y separación final durante sus vidas; porque debe tenerse presente que ningún concepto tenían de la muerte ni de que estarían sujetos a ella ni aun por un momento, el día en que hicieron el convenio.
Por otra parte, el apóstol Pablo nos plantea un misterio cuando dice que no todos dormiremos en el polvo, sino los que vivan en cierta época serán cambiados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y serán arrebatados para recibir al Señor y estar siempre con El. (1Corintios 15:51 en adelante) Como algunos de ellos indudablemente serán marido y mujer, quisiéramos preguntar ¿cuándo se cumplirá su contrato y llegará a su fin su pacto matrimonial? Convinieron en ser el uno del otro hasta que la muerte los separase (es decir, si se casaron de acuerdo con las ceremonias acostumbradas que hoy existen). Mas he aquí, la muerte no podrá separarlos; porque el cambio del estado mortal al inmortal será instantáneo.
Además, Cristo vino para "librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre." (Hebreos 2:15) Por tanto, después de la resurrección los hombres vivirán; y vivirán para siempre, como si nunca hubiera habido muerte. En vista de ello, Dios declara que El es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, los cuales han muerto ya; mas con todo, afirma que no es Dios de los muertos, sino de los vivos.
Pablo propone también otro misterio, a saber, que los mandos amen "a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia". (Efesios 5:25) Deseamos preguntar si este amor y la unión consiguiente de Cristo y su Iglesia van a terminar con la muerte y se efectuará una separación final en el mundo venidero. O si, por otro lado, la unión será más perfecta y completa en la otra vida que en ésta. Todos están de acuerdo en que el amor y la unión de Cristo y la Iglesia son eternos, y que no sólo continuarían en el otro mundo, sino que allá se harán más perfectos. De ser así, llegamos a la conclusión irrefutable de que el amor y unión de un hombre y su esposa deben continuar hasta la eternidad, y serán aun más perfectos entonces. De lo contrario, Pablo se equivocó grandemente cuando dijo que todo hombre debe amar a su mujer así como Cristo ama la Iglesia.
Habiendo establecido el hecho o principio de la unión eterna entre el hombre y su mujer, ahora trataremos de establecer la relación eterna y autoridad, por una parte, y la obediencia que existirá entre los padres y los hijos, por otra.
Para ilustrar este principio tenemos un precedente hermoso y sencillo. Jesucristo y su Padre continúan siendo uno en cuanto a su cariño y unión desde que Jesús se levantó de los muertos; y el Salvador sigue rindiendo obediencia a los mandatos de su Padre y también ha revelado que continuará haciéndolo hasta que haya subyugado la muerte y todo dominio, autoridad y poder. "Entonces también el Hijo mismo se sujetará a Dios." (1Corintios 15:28). Nada indica en todo esto que Jesucristo llegará a ser mayor de edad y quedará libre de toda obligación de obedecer a su Padre; por el contrario, claramente se revela que siempre le estará sujeto. Pues bien, como lo testifica el apóstol Juan, este mismo Jesús oró a su Padre que sus discípulos y aquellos que creyesen en las palabras de ellos pudieran ser uno, así como Cristo y su Padre son uno; no solamente uno con Dios y con Cristo, sino también uno entre sí, en la misma manera y con el mismo significado que ellos lo son. (Juan 17:11) Supongamos que, cumpliéndose esta oración, un hombre y sus hijos fueran discípulos de Jesús; y por último, en el mundo eterno llegan a ser uno, precisamente en el mismo modo que Cristo y su Padre son uno. ¿No estarían sujetos estos hijos a su padre en la misma manera en que Cristo está sujeto a su Padre? Por supuesto que sí.
Adán, el venerable patriarca y soberano tendrá jurisdicción legal sobre Abel, Enoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés, los profetas, apóstoles y santos de todas las edades y dispensaciones, todos los cuales lo reverenciarán y obedecerán como su venerable padre y soberano legal. Entonces serán organizados, cada cual sobre su propio departamento de gobierno, de conformidad con su primogenitura y oficio, en sus familias, generaciones y naciones. Cada uno obedecerá y será obedecido de acuerdo con la relación que guarde como miembro de la gran familia celestial. Y así la graduación descenderá en grados regulares desde el trono del Anciano de Días con sus innumerables subditos, hasta el menor y último Santo de los Últimos Días que sea considerado digno de recibir un trono y cetro, aun cuando su reino tal vez se componga únicamente de una esposa y un solo hijo. Tal es el orden y organización de la familia celestial, y así son las naturalezas de los tronos, principados y potestades que son las recompensas de la diligencia. Este reino, organizado y establecido sobre la tierra en su belleza y orden, estará dispuesto para el Hijo del Hombre. Entonces vendrá en las nubes del cielo y lo recibirá para sí. Adán y todos los patriarcas, reyes y profetas todavía estarán sujetos a Cristo, porque Cristo fué, en el mundo eterno, el primogénito de toda criatura y el principio de la creación de Dios. De modo que en el orden . patriarcal Cristo gobierna por derecho de nacimiento.
Ahora quisiera decir un poco sobre el tema del matrimonio y también sobre el asunto de criar y educar a los niños.
¿Quién de aquellos que han conocido, aun cuando haya sido a golpe de vista, el orden de la familia celestial y de las asociaciones y lazos eternos que deben establecerse aquí para disfrutar de ellos allá; que ha sentido aunque no sea más que una sola emoción de la energía y poder de la vida y amor eternos que emanan del espíritu divino de la revelación, puede jamás conformarse con los corruptos placeres del mo¬mento que vienen de las relaciones o deseos ilícitos? ¿O qué Santo de los Últimos Días, que tenga algún grado de fe en el poder de la resurrección y la vida eterna, puede estar contento con extraviarse contrayendo matrimonio con sectarios u otras personas mundanas, tan ciegas que no pueden jamás lograr una unión eterna por la autoridad del Santo Sacerdocio que tiene el poder para ligar aquello que será ligado en los cielos? Mediante tal unión, o por causa de asociaciones y relaciones corruptas, ilícitas y deshonestas, no tan solamente pierden su propia corona y trono celestiales, sino también conducen a sus hijos a la ruina y las tinieblas, y esto probablemente les hará menospreciar tan grande salvación a cambio del amor y la adulación del mundo y las tradiciones de los hombres.
¡Oh amigos míos, mis hermanos y hermanas, y especialmente la juventud de nuestra comunidad! Os ruego por el temor y amor de Dios y os suplico, en vista de la eterna gloria y exaltación en este reino, que os abstengáis de todas las corruptas y abominables prácticas y deseos del mundo y de la carne, y que procuréis ser puros y virtuosos en todos vuestros hechos y pensamientos; y no sólo esto, sino que no contraigáis matrimonios o enlaces sino hasta después que hayáis pedido el consejo del Espíritu de Dios en humilde oración ante El; hasta después de conocer y entender los principios de vida y unión eternos suficientemente bien para obrar sabia y prudentemente, y de tal manera que por fin lograréis para vosotros y vuestra compañera e hijos un lugar en el gran círculo familiar de la organización celestial.
Quisiera decir a los padres que su propia salvación, así como la de sus hijos, depende hasta cierto grado de la manera en que crían a sus hijos y los educan según la verdad, para que sus tradiciones y primeras impresiones sean correctas. Ningún padre que continúa descuidando esto, después que él mismo ha llegado al conocimiento de la verdad, puede salvarse en el reino celestial.
En cuanto al matrimonio, supongo que alguien me dirá que en la resurrección ni se casan ni se dan en casamiento. Es verdad, y por la mejor de todas las razones: porque es aquí donde lo hacen, y de esta manera atan en la tierra lo que debe ser atado en los cielos, lo cual también se hace por la propia autoridad de Dios; y éste es el mundo de preparación y aquél, el mundo de gozo. Por tanto, no habrá necesidad de hacerlo en aquel mundo. Aquellos que no entienden y no cumplen con las ordenanzas y autoridad de Dios en este mundo —ni ellos por sí mismos ni por la intervención de un representante— no son considerados dignos de disfrutar de la gloria celestial en el mundo venidero; por tanto, deben permanecer como son y nunca podrán gozar de esa dulce unión y exaltación que se han preparado para los Santos del Altísimo. De modo que todos serán juzgados de acuerdo con las obras que hagan en el cuerpo; y lo que sembraren, eso también segarán. Si en este mundo prefieren seguir las impías lascivias y placeres del momento en asociaciones ilícitas; o si prefieren estar unidos según la manera de este mundo, contrayendo enlace con un compañero que no es digno de recibir un convenio eterno y el "sello del Dios viviente", entonces las consecuencias serán que disfrutarán de las cosas de este mundo y sus placeres y pasiones; pero la muerte pondrá fin a la escena y la eternidad los hallará pobres, errantes, excluidos de la familia celestial y extranjeros para con el convenio de la promesa. Sus pactos anteriores terminarán con sus vidas, y en aquel mundo no podrán casarse ni darse en casamiento; por tanto, deberán permanecer separados de la asociación familiar, y por ende, sin ningún reino que regir, ni manera posible de aumentar su propia gloría. Ciertamente habrá llantos, gemidos y crujir de dientes, porque ¿quién puede soportar una frustración eterna? ¿Quién puede aguantar hallarse eternamente desterrado y separado de su padre, madre, esposa, hijos y todo afecto y lazo familiar? Porque las autoridades de ese mundo no reconocerán ninguna de nuestras relaciones, a menos que aquí las liguemos mediante un convenio eterno que no pueda ser quebrantado y sean selladas por las autoridades constituidas del Dios viviente.
Bien prometió el Señor por boca del profeta Malaquías, que enviaría a Elias el Profeta antes de la venida del gran y terrible día del Señor; y que él (Elias) volvería, sellaría o ligaría el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, para que toda la tierra no fuese herida con una maldición. Y si queréis recibirlo, Elias el Profeta ha sido enviado en estos postreros días a la tierra, y ha conferido las llaves del poder de sellar para que otros puedan salir investidos con su espíritu, poder y sacerdocio y sellar tanto en la tierra como en el cielo. Pero con algunos han hecho como han querido, y en igual manera muchos otros tal vez padecen bajo su mano cruel. Pero las llaves están sobre la tierra y no serán quitadas hasta que sea consumada la obra de sellar. Por tanto, ¡oh santos del Altísimo!, edificad el templo y santuario de nuestro Dios y congregaos en él. Porque allí, dice el Señor, os revelaré la plenitud de mis ordenanzas pertenecientes al Santo Sacerdocio, y la preparación mediante la cual tanto los vivos como los muertos podrán ser redimidos y unidos en los principios exaltados de la vida y gozo eternos. Amén.
En esta época hablamos de que los niños llegan a ser mayores de edad, como se dice, y estimamos que cuando son mayores de edad quedan libres de la autoridad de su padre. Pero no se conoce tal regla en la ley y organizaciones celestiales, ni en esta vida ni en la venidera. Según esta ley, el hijo está sujeto a su padre para siempre jamás, por los siglos de los siglos. También tenemos una regla, establecida hoy en la tierra, según la cual una mujer llega a ser la esposa de un hombre, y está sujeta a él por ley hasta que la muerte los separa. Pero en el orden celestial no es así, por la más sencilla de todas las razones, a saber, que el orden celestial es un orden de vida eterna; no reconoce la muerte y, por consiguiente, nada ha dispuesto para tal eventualidad. Por tanto, todos sus convenios y con¬tratos son eternos en cuanto a su duración y tienen por objeto enlazar a los varios miembros de la familia en una unión eterna.
Nuestro venerable padre Adán, tomó a nuestra madre Eva por esposa cuando la familia humana y el mundo en que vivían se hallaban tan libres de la muerte como Dios y su trono. Quisiéramos preguntar, ¿qué clase de contrato celebraron, y por cuánto tiempo iba a durar? ¿Iba a efectuarse de acuerdo con el poder y unión de una vida sin fin; o era sólo para cumplir un objeto momentáneo, hasta que la muerte hiciera la separación? La respuesta es obvia. Este contrato matrimonial debe haber sido eterno, o de lo contrario, estaba comprendido en él la pecaminosa así como cruel idea de un divorcio y separación final durante sus vidas; porque debe tenerse presente que ningún concepto tenían de la muerte ni de que estarían sujetos a ella ni aun por un momento, el día en que hicieron el convenio.
Por otra parte, el apóstol Pablo nos plantea un misterio cuando dice que no todos dormiremos en el polvo, sino los que vivan en cierta época serán cambiados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y serán arrebatados para recibir al Señor y estar siempre con El. (1Corintios 15:51 en adelante) Como algunos de ellos indudablemente serán marido y mujer, quisiéramos preguntar ¿cuándo se cumplirá su contrato y llegará a su fin su pacto matrimonial? Convinieron en ser el uno del otro hasta que la muerte los separase (es decir, si se casaron de acuerdo con las ceremonias acostumbradas que hoy existen). Mas he aquí, la muerte no podrá separarlos; porque el cambio del estado mortal al inmortal será instantáneo.
Además, Cristo vino para "librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre." (Hebreos 2:15) Por tanto, después de la resurrección los hombres vivirán; y vivirán para siempre, como si nunca hubiera habido muerte. En vista de ello, Dios declara que El es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, los cuales han muerto ya; mas con todo, afirma que no es Dios de los muertos, sino de los vivos.
Pablo propone también otro misterio, a saber, que los mandos amen "a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia". (Efesios 5:25) Deseamos preguntar si este amor y la unión consiguiente de Cristo y su Iglesia van a terminar con la muerte y se efectuará una separación final en el mundo venidero. O si, por otro lado, la unión será más perfecta y completa en la otra vida que en ésta. Todos están de acuerdo en que el amor y la unión de Cristo y la Iglesia son eternos, y que no sólo continuarían en el otro mundo, sino que allá se harán más perfectos. De ser así, llegamos a la conclusión irrefutable de que el amor y unión de un hombre y su esposa deben continuar hasta la eternidad, y serán aun más perfectos entonces. De lo contrario, Pablo se equivocó grandemente cuando dijo que todo hombre debe amar a su mujer así como Cristo ama la Iglesia.
Habiendo establecido el hecho o principio de la unión eterna entre el hombre y su mujer, ahora trataremos de establecer la relación eterna y autoridad, por una parte, y la obediencia que existirá entre los padres y los hijos, por otra.
Para ilustrar este principio tenemos un precedente hermoso y sencillo. Jesucristo y su Padre continúan siendo uno en cuanto a su cariño y unión desde que Jesús se levantó de los muertos; y el Salvador sigue rindiendo obediencia a los mandatos de su Padre y también ha revelado que continuará haciéndolo hasta que haya subyugado la muerte y todo dominio, autoridad y poder. "Entonces también el Hijo mismo se sujetará a Dios." (1Corintios 15:28). Nada indica en todo esto que Jesucristo llegará a ser mayor de edad y quedará libre de toda obligación de obedecer a su Padre; por el contrario, claramente se revela que siempre le estará sujeto. Pues bien, como lo testifica el apóstol Juan, este mismo Jesús oró a su Padre que sus discípulos y aquellos que creyesen en las palabras de ellos pudieran ser uno, así como Cristo y su Padre son uno; no solamente uno con Dios y con Cristo, sino también uno entre sí, en la misma manera y con el mismo significado que ellos lo son. (Juan 17:11) Supongamos que, cumpliéndose esta oración, un hombre y sus hijos fueran discípulos de Jesús; y por último, en el mundo eterno llegan a ser uno, precisamente en el mismo modo que Cristo y su Padre son uno. ¿No estarían sujetos estos hijos a su padre en la misma manera en que Cristo está sujeto a su Padre? Por supuesto que sí.
Adán, el venerable patriarca y soberano tendrá jurisdicción legal sobre Abel, Enoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés, los profetas, apóstoles y santos de todas las edades y dispensaciones, todos los cuales lo reverenciarán y obedecerán como su venerable padre y soberano legal. Entonces serán organizados, cada cual sobre su propio departamento de gobierno, de conformidad con su primogenitura y oficio, en sus familias, generaciones y naciones. Cada uno obedecerá y será obedecido de acuerdo con la relación que guarde como miembro de la gran familia celestial. Y así la graduación descenderá en grados regulares desde el trono del Anciano de Días con sus innumerables subditos, hasta el menor y último Santo de los Últimos Días que sea considerado digno de recibir un trono y cetro, aun cuando su reino tal vez se componga únicamente de una esposa y un solo hijo. Tal es el orden y organización de la familia celestial, y así son las naturalezas de los tronos, principados y potestades que son las recompensas de la diligencia. Este reino, organizado y establecido sobre la tierra en su belleza y orden, estará dispuesto para el Hijo del Hombre. Entonces vendrá en las nubes del cielo y lo recibirá para sí. Adán y todos los patriarcas, reyes y profetas todavía estarán sujetos a Cristo, porque Cristo fué, en el mundo eterno, el primogénito de toda criatura y el principio de la creación de Dios. De modo que en el orden . patriarcal Cristo gobierna por derecho de nacimiento.
Ahora quisiera decir un poco sobre el tema del matrimonio y también sobre el asunto de criar y educar a los niños.
¿Quién de aquellos que han conocido, aun cuando haya sido a golpe de vista, el orden de la familia celestial y de las asociaciones y lazos eternos que deben establecerse aquí para disfrutar de ellos allá; que ha sentido aunque no sea más que una sola emoción de la energía y poder de la vida y amor eternos que emanan del espíritu divino de la revelación, puede jamás conformarse con los corruptos placeres del mo¬mento que vienen de las relaciones o deseos ilícitos? ¿O qué Santo de los Últimos Días, que tenga algún grado de fe en el poder de la resurrección y la vida eterna, puede estar contento con extraviarse contrayendo matrimonio con sectarios u otras personas mundanas, tan ciegas que no pueden jamás lograr una unión eterna por la autoridad del Santo Sacerdocio que tiene el poder para ligar aquello que será ligado en los cielos? Mediante tal unión, o por causa de asociaciones y relaciones corruptas, ilícitas y deshonestas, no tan solamente pierden su propia corona y trono celestiales, sino también conducen a sus hijos a la ruina y las tinieblas, y esto probablemente les hará menospreciar tan grande salvación a cambio del amor y la adulación del mundo y las tradiciones de los hombres.
¡Oh amigos míos, mis hermanos y hermanas, y especialmente la juventud de nuestra comunidad! Os ruego por el temor y amor de Dios y os suplico, en vista de la eterna gloria y exaltación en este reino, que os abstengáis de todas las corruptas y abominables prácticas y deseos del mundo y de la carne, y que procuréis ser puros y virtuosos en todos vuestros hechos y pensamientos; y no sólo esto, sino que no contraigáis matrimonios o enlaces sino hasta después que hayáis pedido el consejo del Espíritu de Dios en humilde oración ante El; hasta después de conocer y entender los principios de vida y unión eternos suficientemente bien para obrar sabia y prudentemente, y de tal manera que por fin lograréis para vosotros y vuestra compañera e hijos un lugar en el gran círculo familiar de la organización celestial.
Quisiera decir a los padres que su propia salvación, así como la de sus hijos, depende hasta cierto grado de la manera en que crían a sus hijos y los educan según la verdad, para que sus tradiciones y primeras impresiones sean correctas. Ningún padre que continúa descuidando esto, después que él mismo ha llegado al conocimiento de la verdad, puede salvarse en el reino celestial.
En cuanto al matrimonio, supongo que alguien me dirá que en la resurrección ni se casan ni se dan en casamiento. Es verdad, y por la mejor de todas las razones: porque es aquí donde lo hacen, y de esta manera atan en la tierra lo que debe ser atado en los cielos, lo cual también se hace por la propia autoridad de Dios; y éste es el mundo de preparación y aquél, el mundo de gozo. Por tanto, no habrá necesidad de hacerlo en aquel mundo. Aquellos que no entienden y no cumplen con las ordenanzas y autoridad de Dios en este mundo —ni ellos por sí mismos ni por la intervención de un representante— no son considerados dignos de disfrutar de la gloria celestial en el mundo venidero; por tanto, deben permanecer como son y nunca podrán gozar de esa dulce unión y exaltación que se han preparado para los Santos del Altísimo. De modo que todos serán juzgados de acuerdo con las obras que hagan en el cuerpo; y lo que sembraren, eso también segarán. Si en este mundo prefieren seguir las impías lascivias y placeres del momento en asociaciones ilícitas; o si prefieren estar unidos según la manera de este mundo, contrayendo enlace con un compañero que no es digno de recibir un convenio eterno y el "sello del Dios viviente", entonces las consecuencias serán que disfrutarán de las cosas de este mundo y sus placeres y pasiones; pero la muerte pondrá fin a la escena y la eternidad los hallará pobres, errantes, excluidos de la familia celestial y extranjeros para con el convenio de la promesa. Sus pactos anteriores terminarán con sus vidas, y en aquel mundo no podrán casarse ni darse en casamiento; por tanto, deberán permanecer separados de la asociación familiar, y por ende, sin ningún reino que regir, ni manera posible de aumentar su propia gloría. Ciertamente habrá llantos, gemidos y crujir de dientes, porque ¿quién puede soportar una frustración eterna? ¿Quién puede aguantar hallarse eternamente desterrado y separado de su padre, madre, esposa, hijos y todo afecto y lazo familiar? Porque las autoridades de ese mundo no reconocerán ninguna de nuestras relaciones, a menos que aquí las liguemos mediante un convenio eterno que no pueda ser quebrantado y sean selladas por las autoridades constituidas del Dios viviente.
Bien prometió el Señor por boca del profeta Malaquías, que enviaría a Elias el Profeta antes de la venida del gran y terrible día del Señor; y que él (Elias) volvería, sellaría o ligaría el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, para que toda la tierra no fuese herida con una maldición. Y si queréis recibirlo, Elias el Profeta ha sido enviado en estos postreros días a la tierra, y ha conferido las llaves del poder de sellar para que otros puedan salir investidos con su espíritu, poder y sacerdocio y sellar tanto en la tierra como en el cielo. Pero con algunos han hecho como han querido, y en igual manera muchos otros tal vez padecen bajo su mano cruel. Pero las llaves están sobre la tierra y no serán quitadas hasta que sea consumada la obra de sellar. Por tanto, ¡oh santos del Altísimo!, edificad el templo y santuario de nuestro Dios y congregaos en él. Porque allí, dice el Señor, os revelaré la plenitud de mis ordenanzas pertenecientes al Santo Sacerdocio, y la preparación mediante la cual tanto los vivos como los muertos podrán ser redimidos y unidos en los principios exaltados de la vida y gozo eternos. Amén.
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