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lunes, 17 de mayo de 2010

Cumple tu deber: Eso es lo mejor


El sacerdocio no es tanto un don sino el mandato de servir, el privilegio de elevar y la oportunidad de bendecir la vida de los demás.
Presidente Thomas S. MonsonHermanos del sacerdocio congregados en este Centro de Conferencias y alrededor del mundo, me siento humilde por la responsabilidad de dirigirles unas palabras, y ruego que el Espíritu del Señor me acompañe al hacerlo.
Sé que nuestra audiencia abarca desde el diácono recién ordenado hasta el sumo sacerdote de más edad. Para cada uno, la restauración del Sacerdocio Aarónico a José Smith y a Oliver Cowdery de manos de Juan el Bautista, y del Sacerdocio de Melquisedec de manos de Pedro, Santiago y Juan son acontecimientos sagrados y preciados.
A ustedes, los diáconos, quiero decirles que recuerdo cuando a mí me ordenaron diácono. Nuestro obispado recalcó la responsabilidad sagrada que teníamos de repartir la Santa Cena. Se hizo hincapié en que debíamos vestir bien, tener un porte digno y ser limpios “por dentro y por fuera”. Cuando nos enseñaron el procedimiento para repartir la Santa Cena, nos dijeron que debíamos ayudar a Louis McDonald, un hermano de nuestro barrio que estaba paralizado, para que él pudiera tener la oportunidad de participar de los sagrados emblemas.
Recuerdo muy bien mi asignación de repartir la Santa Cena a la fila del hermano McDonald. Estaba temeroso e indeciso al acercarme a ese hermano tan maravilloso, pero luego vi su sonrisa y la entusiasta expresión de gratitud que indicaba su deseo de participar. Con la bandeja en la mano izquierda, tomé un pequeño trozo de pan y se lo puse en los labios, y después le serví el agua de la misma manera. Sentí que estaba en tierra santa, y así era. El privilegio de servirle la Santa Cena al hermano McDonald nos inspiró a ser mejores diáconos.
Hace apenas dos meses, el 31 de julio, estuve en el Fuerte A. P. Hill, en Virginia, donde asistí a una reunión sacramental durante el Congreso Nacional de los Scout. Estaba allí para hablarles a 5.000 jóvenes Santos de los Últimos Días y a sus líderes que habían pasado la semana anterior participando en las actividades del Congreso. Estaban sentados reverentemente en un anfiteatro tan impresionante como el coro de 400 voces del Sacerdocio Aarónico, que cantó:
Un niño mormón, un niño mormón,
yo soy un niño mormón.
La envidia de un rey puedo ser
porque soy un niño mormón1.
Oficiaron 65 presbíteros para bendecir la Santa Cena en muchas mesas sacramentales largas que se habían colocado entre la congregación. Aproximadamente 180 diáconos repartieron la Santa Cena. En el tiempo que habría tomado repartirla en un barrio grande, se sirvió a toda esa gran congregación. Qué panorama tan inspirador vi esa mañana cuando esos jóvenes del Sacerdocio Aarónico participaron en esa santa ordenanza.
Es importante que cada diácono sea guiado al reconocimiento espiritual de la naturaleza sagrada de su llamamiento. En un barrio se enseñó con eficacia esta lección en lo que atañe a la colecta de ofrendas de ayuno.
En el día de ayuno, los miembros del barrio recibían la visita de los diáconos y los maestros a fin de que cada familia pudiera hacer una aportación. Los diáconos estaban un tanto descontentos por tener que levantarse más temprano que de costumbre para cumplir esa asignación.
El obispado recibió la inspiración de llevar un autobús lleno de diáconos y maestros a la Manzana de Bienestar. Allí vieron a niños necesitados que recibían zapatos nuevos, así como otros artículos de ropa; vieron canastos vacíos que se llenaban con comestibles, y que no se hacían transacciones de dinero. Se expresó un breve comentario: “Jóvenes, esto es lo que proporciona el dinero que ustedes colectan durante el día de ayuno: alimentos, ropa y refugio para los necesitados”. Los jóvenes del Sacerdocio Aarónico sonrieron un poco más, efectuaron sus deberes con más diligencia y sirvieron con una mente más dispuesta en el cumplimiento de sus asignaciones.
Ahora, en lo referente a los maestros y los presbíteros, cada uno de ustedes debe ser compañero de orientación familiar de un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec. Qué gran oportunidad para prepararse para la misión. Qué gran privilegio el aprender la disciplina del deber. Un jovencito automáticamente dejará de pensar en sí mismo cuando se le asigne “velar” por los demás2.
El presidente David O. Mckay dijo: “La orientación familiar es una de nuestras oportunidades más urgentes y compensadoras para criar, inspirar, aconsejar y guiar a los hijos de nuestro Padre... Es un servicio divino, un llamamiento divino. Como maestros orientadores, es nuestro deber llevar el espíritu divino a cada hogar y corazón”.
La orientación familiar contesta muchas oraciones y nos permite ver milagros en acción.
Al pensar en la orientación familiar, me acuerdo de un hombre llamado Johann Denndorfer, de Debrecen, Hungría. Se había convertido a la Iglesia años atrás en Alemania, y en aquel entonces, después de la Segunda Guerra Mundial, prácticamente era un prisionero en su tierra natal. Cuánto añoraba tener contacto con la Iglesia. Entonces recibió la visita de sus maestros orientadores. El hermano Walter Krause y su compañero fueron desde el nordeste de Alemania hasta Hungría para cumplir con su asignación de orientación familiar. Antes de partir de sus hogares en Alemania, el hermano Krause le dijo a su compañero: “¿Le gustaría ir conmigo esta semana a hacer la orientación familiar?”.
“¿Cuándo salimos?”, le preguntó su compañero.
“Mañana”, le contestó el hermano Krause.
“¿Y cuándo regresaremos?”, le preguntó el compañero.
Sin titubear, el hermano Krause dijo: “En una semana”.
Y fueron a visitar al hermano Denndorfer y a otros. Al hermano Denndorfer no lo habían visitado sus maestros orientadores desde antes de la guerra, de modo que se emocionó al ver a los siervos del Señor. Al recibirlos, ni siquiera les estrechó la mano, sino que fue a su dormitorio y sacó de un lugar oculto los diezmos que había guardado durante años. Entregó los diezmos a los maestros orientadores y les dijo: “Ahora puedo estrecharles la mano”.
Y ahora una palabra para los presbíteros del Sacerdocio Aarónico. Ustedes, jovencitos, tienen la oportunidad de bendecir la Santa Cena, de llevar a cabo sus deberes de la orientación familiar y de participar en la sagrada ordenanza del bautismo.
Hace cincuenta y cinco años conocí a un muchacho, Robert Williams, que poseía el oficio de presbítero en el Sacerdocio Aarónico. Siendo yo su obispo, era también el presidente de su quórum. Cuando hablaba, Robert tartamudeaba y vacilaba; no tenía ningún control. Tenía complejo de inferioridad, era tímido, tenía miedo de sí mismo y de todos los demás, y le abrumaba sobremanera su impedimento. Raras veces aceptaba una asignación; nunca se atrevía a mirar a nadie a los ojos; siempre se lo veía cabizbajo. Mas un día, tras una serie de circunstancias poco comunes, aceptó la asignación de ejercer su responsabilidad de presbítero para bautizar a otra persona.
Me senté a un lado de Robert en el bautisterio del Tabernáculo de Salt Lake. Sabía que él necesitaba toda la ayuda posible; vestía ropa blanca y estaba listo para la ordenanza que estaba a punto de efectuar. Le pregunté cómo se sentía. Bajó la mirada y tartamudeó de manera incoherente que se sentía muy mal.
Los dos oramos fervientemente a fin de que pudiera llevar a cabo su asignación. El que oficiaba dijo: “Ahora Nancy Ann McArthur será bautizada por Robert Williams, presbítero”.
Robert se alejó de mi lado, se metió en la pila, tomó a la pequeña Nancy de la mano y la ayudó a entrar en el agua que limpia la vida del ser humano y proporciona un renacimiento espiritual. Pronunció las palabras: “Nancy Ann McArthur, habiendo sido comisionado por Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”.
Y la bautizó. ¡No tartamudeó ni una sola vez!; ¡no titubeó!; se había manifestado un milagro moderno. Después Robert realizó la ordenanza bautismal para dos o tres niños más de la misma manera.
En los vestidores, me apresuré para felicitar a Robert. Esperé oírle hablar de la misma forma ininterrumpida, pero me equivoqué. Miró hacia abajo y balbuceó una respuesta de gratitud.
Testifico que, cuando Robert actuó en virtud de la autoridad del Sacerdocio Aarónico, habló con poder, con convicción y con la ayuda de Dios.
Hace apenas dos años tuve el privilegio de discursar en los servicios fúnebres de Robert Williams y de rendir homenaje a ese fiel poseedor del sacerdocio que toda la vida se esforzó por honrar su sacerdocio.
Algunos de ustedes, jóvenes, tal vez sean tímidos por naturaleza o consideren que no están a la altura de un llamamiento. Recuerden que esta obra no es de ustedes ni mía solamente. Podemos alzar la mirada y pedir la ayuda divina.
Al igual que algunos, yo sé lo que es sentir el desaliento y la humillación. Cuando era joven, jugaba béisbol en un equipo en la escuela primaria y secundaria. Escogían a dos capitanes de equipo y luego ellos elegían a los que querían que jugaran en sus equipos respectivos. Claro que primero escogían a los mejores, luego a los siguientes. El que lo eligieran a uno en cuarto o quinto lugar no estaba mal, pero que lo eligieran por ser el único que quedaba y lo pusieran en la posición del campo que menos afectara al equipo era realmente terrible. Yo sé, por haberlo sufrido en carne propia.
Cómo oraba para que la pelota jamás viniera hacia donde yo estaba, pues de seguro no la podría contener, el otro equipo anotaría carrera y mis compañeros se reirían de mí.
Como si hubiera sucedido ayer, recuerdo el momento preciso en el que todo cambió en mi vida. Todo comenzó como lo he descrito: fui el último en ser elegido. Caminé angustiado hasta el rincón más relegado del campo y casi ni intervine en todo el juego. En la última entrada mi equipo ganaba por una carrera, pero el adversario estaba bateando y tenía jugadores en las tres bases. Entonces dos bateadores quedaron fuera. De pronto el bateador del otro equipo le pegó fuerte a la pelota; le oí decir: “Será un home run”. Fue humillante, ya que la pelota venía en mi dirección. ¿Podría contenerla? Me apresuré para tomar posición en el lugar donde supuse que caería la pelota, elevé una plegaria silenciosa mientras corría y extendía los brazos y ahuecaba las manos. Me sorprendí a mí mismo, ya que ¡atrapé la pelota! Mi equipo ganó el juego.
Esta experiencia me hizo tener más confianza en mí mismo, fortaleció mi deseo de practicar e hizo que en lugar de ser el último al que eligieran fuera un gran contribuyente al equipo.
Todos podemos elevar nuestra confianza; podemos sentirnos orgullosos de nuestra actuación. Hay una fórmula de cinco palabras que nos puede ayudar: Nunca nos demos por vencidos.
En la película Shenandoah hay una frase que inspira: “Si no lo intentamos, no lo haremos; y si no lo hacemos, ¿para qué estamos aquí?”.
Los milagros se pueden encontrar en todas partes cuando se magnifican los llamamientos en el sacerdocio. Cuando la fe reemplaza la duda y el servicio desinteresado elimina el egoísmo, el poder de Dios hace que sus propósitos se hagan realidad. El sacerdocio no es tanto un don sino el mandato de servir, el privilegio de elevar y la oportunidad de bendecir la vida de los demás.
El llamado del deber puede venir silenciosamente a medida que los que poseemos el sacerdocio respondemos a las asignaciones que recibimos. El presidente George Albert Smith, líder modesto pero eficaz, declaró: “Vuestro deber es primeramente aprender lo que el Señor desea y después, por el poder y la fuerza del Santo Sacerdocio, magnificar vuestro llamamiento en la presencia de vuestros semejantes para que éstos estén dispuestos a seguirnos”.
¿Y cómo se magnifica un llamamiento? Sencillamente llevando a cabo el servicio que implica. Un élder magnifica el llamamiento de élder al aprender sus deberes y después llevarlos a cabo. Es igual con un diácono, maestro, presbítero, obispo y con todos los que poseen un oficio en el sacerdocio.
Hermanos, es al hacer y no sólo al soñar que se bendicen vidas, se guía a los demás y se salvan almas. Santiago agregó: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.
Ruego que todos los que estén al alcance de mi voz hagamos un esfuerzo renovado por ser dignos de recibir la guía del Señor en nuestra vida. Hay muchos que ruegan y oran para recibir ayuda; están los desalentados, los que necesitan una mano de ayuda.
Hace muchos años, cuando yo servía como obispo, presidí un barrio numeroso de más de mil miembros, entre ellos 87 viudas. En una ocasión, uno de mis consejeros y yo visitamos a una viuda y a su hija adulta discapacitada. Al salir de su apartamento, una dama que vivía del otro lado del pasillo estaba parada frente a su puerta y nos detuvo. Habló con acento griego y me preguntó si yo era obispo; le contesté que sí. Me dijo que había notado que yo visitaba con frecuencia a otras personas, y luego agregó: “Nadie nos visita ni a mí ni a mi esposo que está postrado en cama. ¿Tiene tiempo para venir a visitarnos aunque no seamos miembros de su Iglesia?”.
Al entrar a su apartamento, notamos que ella y su esposo escuchaban el Coro del Tabernáculo en la radio. Conversamos con ellos un rato y le dimos una bendición al marido.
Después de esa visita inicial, los visitaba con la frecuencia que me era posible. Con el tiempo, el matrimonio recibió a los misioneros, y la esposa, Angela Anastor, se bautizó. Tiempo después, su esposo murió, y yo tuve el privilegio de dirigir los servicios fúnebres y de tomar la palabra. Posteriormente la hermana Anastor, con su conocimiento del idioma griego, tradujo al griego el conocido folleto “José Smith relata su propia historia”.
Hermanos, me encanta la máxima: “Cumple tu deber, eso es lo mejor. Lo demás, déjalo al Señor”.
Jóvenes, el servicio activo en el Sacerdocio Aarónico los preparará para recibir el Sacerdocio de Melquisedec, servir en misiones y casarse en el Santo Templo.
Siempre recordarán a los asesores y a sus compañeros de los quórumes del Sacerdocio Aarónico, y de esa manera conocerán la verdad: “Dios nos ha dado recuerdos a fin de que podamos tener rosas de junio en el diciembre de nuestra vida”.
Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, su futuro les llama; prepárense para él. Que nuestro Padre Celestial siempre les guíe al hacerlo; que nos guíe a todos al esforzarnos por honrar el sacerdocio y por magnificar nuestros llamamientos, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

viernes, 18 de diciembre de 2009

La Imposición de Manos

Dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santo de los últimos Dias, la imposición de manos significa la acción de colocar las manos sobre la cabeza de una persona como parte de una ordenanza del Sacerdocio. Los mormones realizan esta práctica en base a las escrituras que enseñan que en la Iglesia Primitiva de Cristo realizaban estas mismas Ordenanzas o daban Bendiciones de la misma manera.

Una de las Ordenanzas que se daban por medio de la imposición de manos en la Iglesia Primitiva era el Don del Espíritu Santo, en Hechos 8:17 dice: “entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”, los miembros de La Iglesia de Jesucristo SUD han seguido este mismo procedimiento en las ordenanzas del Sacerdocio, tal como se

explica en algunos de los Artículos de Fe, específicamente el número cuatro que dice: “Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de pecados; cuarto, imposición de manos para recibir el Don del Espíritu Santo”. Y el Artículo de Fe número cinco que explica: “Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía, y la imposición de manos por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el Evangelio y administrar sus ordenanzas”.

Sacerdocio

La palabra Sacerdocio puede tener un significado diferente en otras iglesias. En La Iglesia de Jesucristo de los Santo de los últimos Dias significa el poder y la autoridad de Dios. Por ésta autoridad se crearon los cielos, la tierra, y todo lo que en ellos hay. Las leyes eternas y universales se efectúan por medio del gran poder del sacerdocio. Dios el Padre otorga éste poder a varones dignos para poder actuar en Su nombre. El sacerdocio permite que la persona que lo posee actué en el nombre de Jesucristo para ayudar a llevar a cabo la salvación y la vida eterna del hombre. Pueden predicar, bendecir, y administrar ordenanzas esenciales para heredar el reino de Dios. Se recibe el Sacerdocio por la imposición de manos. En la Biblia el Apostol Pablo enseñó que solo los que son escogidos por el Señor reciben esta autoridad, “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Hebreos 5:4).

El sacerdocio se divide en grupos llamados quórumes. Estos grupos se dividen por edades, y por los diferentes oficios del sacerdocio. Los quórumes del sacerdocio se apoyan y se refuerzan para prestar servicio, dar un buen ejemplo y ejercer el liderazgo en las comunidades donde viven. Las mujeres no reciben el sacerdocio pero también tienen funciones vitales dentro de la organización de la Iglesia.

El Sacerdocio de Melquisedec

El Sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio más alto. Se denomina así por el patriarca y sumo sacerdote Melquisedec. Melquisedec era el rey de Salem y era un hombre increíblemente justo. Se lee en las escrituras que aun Abraham le pagó diezmos. Antes que se llamara el Sacerdocio de Melquisedec se llamaba, el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios. El nombre del sacerdocio cambio por respeto al nombre de Dios, y evitar repetir su nombre muy frecuentemente, y así cambio al Sacerdocio de Melquisedec. Esta enseñanza se encuentra en el libro de Doctrina y Convenios 107:3-4.

Se menciona en la Biblia varias veces que Jesucristo era, “un sumo sacerdote según el orden de Melquisedec" (Heb. 5:10). El Sacerdocio se recibió por primera vez por Adán, y se ha recibido por cada patriarca y profeta autorizado por Dios. Este sacerdocio era esencial en cada dispensación para efectuar las ordenanzas de la Iglesia. Sin embargo, durante el tiempo de Moisés, el Señor quito el Sacerdocio de Melquisedec del pueblo de Israel. En vez de esto se le dio el Sacerdocio Aaronico o el Sacerdocio menor. Jesucristo cuando organizo su iglesia en la tierra restauro el Sacerdocio de Melquisedec a sus apóstoles. Los apóstoles usaron esta autoridad para predicar, bendecir, bautizar, y conferir el Don del Espíritu Santo. Este sacerdocio se volvió a perder a causa de La Gran Apostasía. Al perderse esta autoridad ceso la revelación de Dios a sus hijos en la tierra y la Iglesia verdadera se desapareció. En 1829, Jesucristo mando otra vez que se restaurara el Sacerdocio de Melquisedec a la tierra por medio del Profeta José Smith y Oliver Cowdery.

Los Oficios y Funciones del Sacerdocio de Melquisedec

Así como el Sacerdocio Aarónico, un hombre retiene todas las llaves y la autoridad de sus oficios anteriores. Por ejemplo, si ningún miembro del Sacerdocio Aarónico esta presente, el Sacerdocio de Melquisedec puede bendecir y repartir la Santa Cena.

  • Élder como título "Élder" Puede ser utilizado para cualquier poseedor del Sacerdocio de Melquisedec. Como título se utiliza típicamente para referirse a Misioneros Mormones o Autoridades Generales de la iglesia.
  • Élder como oficio: Los hombres se pueden ordenar a ser Élderes a la edad de 18 o 19. El deber de un Élder es bautizar, y confirmar miembros de la iglesia, y conferir el Don del Espíritu Santo, administrar la Santa Cena dar bendiciones de consuelo y curación, y velar en general sobre la iglesia.

  • Setenta: Los miembros del Quórum de los Setenta son llamados como Autoridades Generales bajo la dirección de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles. Un Setenta trabaja como misionero y se ocupa en varias actividades de la iglesia, edifica y desarrolla la iglesia en todas las naciones donde se encuentre, y predica el Evangelio. Miembros del Quórum de los Setenta pueden ser utilizados también para discursar en La Conferencia General. En la actualidad, hay siete quórumes, cada con aproximadamente setenta miembros. Los miembros de los Setenta pueden ser relevados honorablemente y pueden recibir otra posición en la iglesia.
  • Sumo Sacerdote: Sumos Sacerdotes tienen la autoridad para oficiar en la Iglesia. Los hombres son ordenados como Sumos Sacerdotes para servir en varios llamamientos: miembros del obispado, miembros de la presidencia de estaca, consejeros, miembros del Sumo Consejo, presidentes de misión, patriarcas, etc. Sumos Sacerdotes tienen su propio quórum y son distintos del quórum de Élderes.

  • Patriarca: Patriarcas son oficiados a nivel de estaca, y son ordenados por Autoridades Generales o presidentes de estaca que han recibido la autoridad por el Quórum de los Doce Apóstoles. El deber del patriarca es bendiciones especiales llamadas bendiciones patriarcales a miembros dignos de la iglesia. Tales bendiciones son las palabras personales del Señor al recipiente y da a la persona una mejor comprensión de su propósito en la vida. El oficio de patriarca es un llamamiento de toda la vida, aunque si llega el tiempo en que el patriarca no es capaz de funcionar en sus deberes, por ejemplo por salud, un patriarca adicional puede ser llamado en esa estaca. El termino "patriarca" también se puede aplicar al padre de una familia.
  • Apóstol: El significado de la palabra apóstol es "enviado delante del Señor", apóstoles son testigos especiales de Jesucristo. El ser Apóstol igual que el de ser Patriarca, es un oficio que se ocupa toda la vida. Los hombres ordenados como apóstoles son miembros del Quórum de los Doce Apóstoles o de la Primera Presidencia. Apóstoles viajan a través del mundo para construir y para regular la iglesia. Los apóstoles tienen todas las llaves del reino, pero sólo el apóstol mayor — el Presidente de la Iglesia — es autorizado a utilizar todas las llaves. Los demás apóstoles actúan bajo la dirección del presidente.

  • Presidente: Sólo un hombre puede tener la oficina de ser Presidente de la Iglesia y ejercitar las llaves y la autoridad asociadas con esta oficina. El Presidente, es el apóstol mayor (en términos de años como un apóstol, no edad.) Y es también el presidente del Sacerdocio de Melquisedec. El es sostenido como el profeta, vidente, y revelador de estos tiempos. Como tal, él tiene el derecho de recibir la revelación para no sólo la iglesia, pero el mundo entero. Un hombre ocupara el oficio de Presidente de la iglesia el resto de su vida, aunque en casos de salud los consejeros de la Primera Presidencia puede tomar algunas de las funciones de la oficina según el Presidente autorice.
  • El Sacerdocio de Melquisedec "tiene el derecho de presidir, y tiene poder y autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las edades del mundo para administrar en las cosas espirituales" y los poseedores de “las llaves de todas las bendiciones espirituales de la iglesia” (DyC 107:8, 18).

El Sacerdocio Aarónico o Sacerdocio de Aarón

El Sacerdocio Aarónico es el menor de los dos sacerdocios. El Sacerdocio Aarónico esta bajo la dirección del sacerdocio mayor, el Sacerdocio de Melquisedec. Se así por el hermano de Moisés, Aarón que descendía de los sacerdotes y los sumos sacerdotes antiguos de Israel. En tiempos antiguos solo los de la tribu o del linaje de Leví podrían recibir este sacerdocio. Por esta razón también se le conocía por el Sacerdocio Levítico en las escrituras. Al venir Jesucristo a la tierra las leyes del la iglesia cambiaron y se cumplieron y se estableció una nueva ley. En esta ley las restricciones del sacerdocio se abolieron y un hombre digno de cualquier tribu podría recibir el sacerdocio. En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continuamos actuando bajo la revelación de Dios y permitimos que cualquier hombre digno de la edad de doce o mayor reciba el Sacerdocio Aarónico. El Sacerdocio Aarónico tiene cuatro oficios cada oficio tiene su propio deber y función. Una vez que el poseedor pasa a otro oficio mayor retiene el poder y la autoridad de los oficios menores.

  • Diáconos: A la edad de Doce años un varón digno puede ser ordenado a ser un diacono. Los deberes del quórum de los Diáconos son varios el principal es velar por la Iglesia y sus miembros. En revelación moderna encontrada en el libro de Doctrina y Convenios explica que los Diáconos deben, "amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar a todos a venir a Cristo." (DyC 20:59). Una responsabilidad sagrada de los Diáconos es de repartir la Santa Cena en la reunión sacramental los domingos, y recoger ofrendas de los miembros. Sirven a la Iglesia entera, ayudan al Obispo, y pueden efectuar ordenanzas sagradas en el Templo, llamadas Bautismos Vicarios.

  • Maestros: Un varón puede ser ordenado a ser un maestro a la edad de catorce años. Los oficios de un maestro incluye también velar por la Iglesia, asegurando que no haya "aspereza, entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias (DyC 20:53-55). Maestros tienen la responsabilidad de preparar la Santa Cena antes de la reunión sacramental. También pueden servir como maestros orientadores, ayudar acomodar a los miembros en reuniones, y pueden participar en seminario.

  • Presbíteros: Un varón digno puede ser ordenado al oficio de Presbítero comenzando a la edad de dieciséis años. Ellos tienen la responsabilidad de "amonestar, exponer, exhortar, enseñar…., y visitar la casa de todos los miembros, y exhortarlos a que oren vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes de la familia" (DyC 20:46-47). Los Presbíteros tienen el privilegio de bendecir la Santa Cena para que los miembros puedan renovar sus convenios con el Señor. Juan el Bautista tenía la autoridad del Sacerdocio Aarónico significando que un Presbítero puede bautizar. Pero igual que Juan no tienen la autoridad para conferir el don del Espíritu Santo.

  • Obispo: Un Obispo, es el oficio más alto en el sacerdocio de Aarón. El Obispo es el presidente del quórum de Presbíteros, el presidente del Sacerdocio de Aarón, y el sumo sacerdote que preside en el barrio. Aunque ser Obispo sea un oficio del Sacerdocio de Aarón, los hombres llamados a ser obispos tienen el Sacerdocio de Melquisedec y tienen el oficio de sumo sacerdote para presidir sobre la congregación entera.

El Sacerdocio de Aarón tiene "llaves del ministerio de Ángeles, la administración de las ordenanzas exteriores" como bendecir la Santa Cena o Bautizar (DyC 107:20).