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viernes, 18 de diciembre de 2009

El Diezmo

El diezmo es una ley divina que ha existido desde la antigüedad. El profeta Abraham del Antiguo Testamento, pagó diezmos de todo lo que poseía (Génesis 14:20). El diezmo significa dar al Señor la décima parte de todos nuestros ingresos.

En Malaquías 3:8-12 dice: "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa: y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos".

El pago del diezmos para los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una ley que se practica hoy en día.

Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nos esforzamos por pagar un diezmo íntegro y lo vemos como una oportunidad para despojarnos del egoísmo y para contribuir al crecimiento de la Iglesia recibiendo al mismo tiempo las bendiciones que Dios nos promete.

James E. Faust dijo:

“Me siento agradecido por que el Señor consideró establecer nuevamente la ley del diezmo y las ofrendas entre Su pueblo. Cuando guardamos la ley del diezmo, las ventanas de los cielos se abren de par en par para nosotros, y recibimos grandes bendiciones cuando tenemos la fe para observar dicha ley”.

Los fondos del diezmo se utilizan para apoyar las actividades continuas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tales como la construcción y el mantenimiento de templos y centros de reuniones, llevar el Evangelio a todo el mundo, llevar a cabo la obra de los templos y de historia familiar y muchas otras actividades a escala mundial.

Entre las revelaciones recibidas por el primer Profeta de estos tiempos, José Smith, se encuentra registrada la siguiente en Doctrina y Convenios 64:23: "He aquí, el tiempo presente es llamado hoy hasta la venida del Hijo del Hombre; y en verdad, es un día de sacrificio y de requerir el diezmo de mi pueblo, porque el que es diezmado no será quemado en su venida".

El pagar un Diezmo requiere sacrificio, por lo que se necesita fe para ser obediente a esta ley. Al obedecerla se obtienen grandes bendiciones del Señor tanto espirituales como temporales. En Lucas 12:31 dice: “Buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Gordon B. Hinckley dijo en una oportunidad:

“Paguen sus diezmos para que sean dignos de las bendiciones del Señor. No les prometeré que se vayan a hacer ricos, pero les testifico que el Señor recompensa con generosidad, de una forma u otra, a los que guardan Sus mandamientos, y les aseguro que ningún asesor financiero al que acudan podrá prometerles lo que el Señor ha prometido: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10). El Señor honra Sus convenios.

Al dar la décima parte de nuestros ingresos no estamos siendo generosos con Dios, sólo estamos devolviéndole parte de lo que le pertenece y que es requerido de nosotros por ley.

La Palabra de Sabiduría

En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se enseñan principios que no existen en otras iglesias. Esto es debido a la revelación moderna que viene de los profetas y apóstoles. Desde la restauración en 1830, muchas revelaciones modernas se han escrito en el libro de Doctrina y Convenios. En este libro se lee una escritura que se aplica a todos los mandamientos del Señor.

“y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa." (DyC 130:21)

Esta escritura explica que es necesario obedecer primero el mandamiento para poder recibir la bendición que el Señor ha prometido. Así es igual con la Palabra de Sabiduría. Pero primero, ¿Qué es la Palabra de Sabiduría? Es abstenernos de cosas que dañen nuestro cuerpo. La Palabra de Sabiduría fue instituida por el Señor por medio de revelación. Se instituyó con el propósito de mantener nuestros cuerpos limpios de toda sustancia dañina. La Biblia dice:

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”
(1 Corintios 3:16-17)

Siendo sagrado nuestro cuerpo, tenemos la responsabilidad de cuidarlo. La palabra de sabiduría prohíbe el uso del alcohol, el tabaco, el café, el té, y las drogas perjudiciales. La Palabra de Sabiduría nos insta a una dieta buena para mantener a nuestros cuerpos sanos. El Señor nos promete,

“Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, recibirán salud en el ombligo y médula en los huesos; y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos; y correrán sin fatigarse, y andarán sin desmayar. Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matará. Amén.”(DyC 89:18-21)

Al cumplir con la Palabra de Sabiduría no beneficiamos a nadie más que a nosotros mismos. El Señor desea que seamos libres de adicciones, que cuidemos nuestro cuerpo ya que somos hechos a Su semejanza, y que podamos mantener el Espíritu Santo con nosotros.

Los Grados de Gloria

Existen muchas teorías de lo que pasará después del Juicio Final, y la mayoría son exactamente eso, teorías. Dios siempre ha dado a conocer Sus misterios a Sus profetas y ellos se han encargado de predicar estas verdades a los hijos de Dios. Los misterios de Dios no se pueden revelar de ninguna otra forma, ni por adivinanza o por pura interpretación de las escrituras, es necesario que esa instrucción venga de los cielos. Dios llama a profetas para que ellos den Su mensaje al mundo. Y ellos han enseñado que después de nuestra resurrección seremos juzgados, y se nos asignará nuestra morada eterna. De acuerdo a nuestros hechos, conocimiento, y nuestro deseo sincero de hacer el bien.

Hay tres lugares donde podremos morar, el primero y más alto es el Reino Celestial, el segundo es el Reino Terrestre, el tercero y más bajo es el Reino Celestial. Hay otro lugar que no es un grado de gloria, y se llama "las tinieblas de afuera".

El Reino Celestial

El Reino Celestial es el grado más alto de gloria. Aquí morarán Dios el Padre, Su hijo Jesucristo y el Espíritu Santo con todos los que hayan sido obedientes a los mandamientos y ordenanzas de Dios. En este lugar las personas heredarán conocimiento, gozo, paz, y gloria por todas las eternidades. Los que sean dignos de merecer este reino tendrán que haber cumplido con ciertos requisitos. Tendrán que haber cumplido con los principios y mandamientos de Dios. Parte de esta obediencia es recibir las ordenanzas que Dios nos pide. Tales como el bautismo, recibir el don del Espíritu Santo, y también recibir las ordenanzas del templo. Hay muchas razones por las cuales habrá tanta felicidad en el Reino Celestial. Una de éstas es el privilegio de estar con nuestras familias, y con nuestros seres queridos. Para esto las personas tienen que haber sido selladas (o unidas) en un Templo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia Mormona o SUD) por medio de la ordenanza del Sellamiento y el Matrimonio Celestial.

El Reino Terrestre

El Reino Terrestre es el segundo grado más alto. Estas personas son las que escucharon el Evangelio sobre la tierra pero no lo aceptaron hasta llegar al Mundo de los Espíritus. Este reino también recibirá a las personas que aceptaron el Evangelio sobre la tierra pero no lo pudieron obedecer. Este reino será un reino de felicidad, pero no se compara con el Reino Celestial. Las personas que hereden este reino no podrán gozar de vivir con sus familias, y estarán separados de ellos por toda la eternidad. Tampoco podrán vivir en la presencia de Nuestro Padre Celestial. Jesucristo podrá visitar este reino, pero no lo habitará.

El Reino Telestial

Los que heredarán el Reino Telestial son los que no aceptaron el Evangelio de Jesucristo, ni en la tierra, ni en el Mundo de los Espíritus. También incluye las personas que obraron toda clase de mal sobre la faz de la tierra, como robar, matar, mentir, adulterar, y toda clase de inmundicia. Estos tendrán que pagar por sus propios pecados. Sufrirán la angustia que trae el pecado, angustia que Jesucristo trató de pagar por ellos si aceptaban Su sacrificio. Ellos se quedarán en la Cárcel Espiritual mientras los justos se levantarán en la primera resurrección y gozarán de la presencia de Jesucristo durante el milenio. Estos no resucitaran hasta el día del juicio. Este reino será visitado por el Espíritu Santo.

Lo más importante es recordar que lo que hagamos o dejemos de hacer en esta vida tiene consecuencias eternas. Sólo tenemos una oportunidad de hacer las cosas bien, sólo una vez venimos a la tierra, y debemos comprobar nuestra lealtad al Señor. Vale la pena cualquier esfuerzo que hagamos en esta tierra para vencer el mal y acercarnos a Dios. El Reino Celestial está al alcance de toda persona sobre la faz de la tierra.

“Porque no obstante que les extenderé mi brazo de día en día, me negarán. Sin embargo, si se arrepienten y vienen a mí, seré misericordioso con ellos, porque mi brazo está extendido todo el día, dice el Señor Dios de los Ejércitos.” (2Nefi28:32)



La Gran Apostasía

Hay muchas religiones Cristianas sobre la faz de la tierra, y al parecer siguen multiplicándose. En el Mormonismo se enseña que después de la ascensión de Jesucristo la Iglesia empezó a decaer a causa de disensiones internas, por la persecución, y la muerte de los apóstoles.

Sin dirección, revelación, o sacerdocio, la Iglesia cayó y surgieron muchas diferentes iglesias. Enla Iglesia de Jesucristo de los Santo de los últimos Dias y en las escrituras (incluyendo la Biblia) a esto se le llama la Gran Apostasía. Al ocurrir este acontecimiento muchas diferentes enseñanzas surgieron cada una con parte de la verdad tratando de rescatar lo que se había perdido. La Biblia explica lo siguiente:

“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.


Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.


¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.


Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio
(2 Tes 1:1-7.)

El Apóstol Pablo explica en estos versículos que Jesucristo no regresaría por segunda vez hasta que hubiera una apostasía. Y que se manifestara Satanás el Hijo de Perdición, haciéndose pasar como Dios. Esto significa que Satanás aprovecharía para causar confusión haciendo muchas Iglesias para confundir al género humano, haciéndose pasar como Dios para que el género humano se alejara de la verdad de Dios. Al perderse la Iglesia se perdió también el sacerdocio, la autoridad de Dios para efectuar las ordenanzas salvadoras, ya que no hubo a quien transmitirlo. Jesucristo estableció Su Iglesia con Doce Apóstoles. Jesucristo teniendo la autoridad, les impuso las manos y les dio la autoridad del sacerdocio. Y así se les fue dando a los miembros fieles y dignos de la Iglesia. Cuando Jesucristo murió, los que tenían la autoridad fueron a otras tierras para predicar el Evangelio. Poco a poco fueron rechazados y los miembros de la Iglesia fueron alejándose de la verdadera doctrina de Jesucristo y fueron creando sus propias doctrinas. También los Apóstoles empezaron a ser perseguidos y muertos uno por uno. Estas dificultades que los miembros de la Iglesia primitiva de Jesucristo y los apóstoles pasaron, se pueden encontrar en el Nuevo Testamento. Al final, los que tenían la autoridad para conferir el poder a otros murieron. Esta cadena se rompió y no había nadie que tuviera la autoridad del sacerdocio.

Aun sin los apóstoles, los miembros de la Iglesia con buenas intenciones trataron de seguir la Cristiandad, pero no había nadie autorizado para recibir revelación, ni nadie que tuviera el sacerdocio. Sin la guía y revelación de Dios el hombre tuvo que depender de su propia sabiduría para interpretar las escrituras y guiar la Iglesia. Aunque tuvieran buenas intenciones se fueron alejando más y más de la doctrina verdadera de Jesucristo. Esto creó falsas doctrinas y ordenanzas y creó mucha confusión del plan y la naturaleza de Dios.

Tal como un espejo quebrado, los fragmentos de la Iglesia de Cristo fue todo lo que quedó, y estos fragmentos se mezclaron con prácticas paganas o prácticas de otras religiones. El mundo cayó en la apostasía, lo cual significa que la verdad completa del evangelio no se encontraba en la tierra. La apostasía viene del significado griego de la palabra "rebelión". Aunque la Iglesia se había perdido por completo, Dios no se olvidó de Sus hijos. Él los guiaba e inspiraba a progresar lo más posible sin la organización de la Iglesia. En la Iglesia Mormona se enseña que los reformadores religiosos fueron guiados por Dios para que se preparara el camino para la restauración del Evangelio. La Biblia enseña que la Iglesia de Jesucristo sería restaurada,

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;


a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo
(Hechos 3:19-21.)

Esta restauración vino por medio de José Smith. En la primavera de 1829, al traducir El Libro de Mormón, José Smith y Oliverio Cowdery fueron visitados por mensajeros celestiales que restauraron El Sacerdocio, la autoridad para actuar en el nombre de Dios. La Iglesia de Jesucristo se restauró oficialmente en 1830, con el nombre de La Iglesia Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Se escogieron de nuevo apóstoles, y las verdades del Evangelio y las ordenanzas y de nuestro Padre Celestial fueron restauradas. De nuevo se encuentran profetas y apóstoles en la tierra con la autoridad de Dios, y la Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada “en preparación para la segunda venida de Jesucristo.”

La Imposición de Manos

Dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santo de los últimos Dias, la imposición de manos significa la acción de colocar las manos sobre la cabeza de una persona como parte de una ordenanza del Sacerdocio. Los mormones realizan esta práctica en base a las escrituras que enseñan que en la Iglesia Primitiva de Cristo realizaban estas mismas Ordenanzas o daban Bendiciones de la misma manera.

Una de las Ordenanzas que se daban por medio de la imposición de manos en la Iglesia Primitiva era el Don del Espíritu Santo, en Hechos 8:17 dice: “entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”, los miembros de La Iglesia de Jesucristo SUD han seguido este mismo procedimiento en las ordenanzas del Sacerdocio, tal como se

explica en algunos de los Artículos de Fe, específicamente el número cuatro que dice: “Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de pecados; cuarto, imposición de manos para recibir el Don del Espíritu Santo”. Y el Artículo de Fe número cinco que explica: “Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía, y la imposición de manos por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el Evangelio y administrar sus ordenanzas”.

Sacerdocio

La palabra Sacerdocio puede tener un significado diferente en otras iglesias. En La Iglesia de Jesucristo de los Santo de los últimos Dias significa el poder y la autoridad de Dios. Por ésta autoridad se crearon los cielos, la tierra, y todo lo que en ellos hay. Las leyes eternas y universales se efectúan por medio del gran poder del sacerdocio. Dios el Padre otorga éste poder a varones dignos para poder actuar en Su nombre. El sacerdocio permite que la persona que lo posee actué en el nombre de Jesucristo para ayudar a llevar a cabo la salvación y la vida eterna del hombre. Pueden predicar, bendecir, y administrar ordenanzas esenciales para heredar el reino de Dios. Se recibe el Sacerdocio por la imposición de manos. En la Biblia el Apostol Pablo enseñó que solo los que son escogidos por el Señor reciben esta autoridad, “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Hebreos 5:4).

El sacerdocio se divide en grupos llamados quórumes. Estos grupos se dividen por edades, y por los diferentes oficios del sacerdocio. Los quórumes del sacerdocio se apoyan y se refuerzan para prestar servicio, dar un buen ejemplo y ejercer el liderazgo en las comunidades donde viven. Las mujeres no reciben el sacerdocio pero también tienen funciones vitales dentro de la organización de la Iglesia.

El Sacerdocio de Melquisedec

El Sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio más alto. Se denomina así por el patriarca y sumo sacerdote Melquisedec. Melquisedec era el rey de Salem y era un hombre increíblemente justo. Se lee en las escrituras que aun Abraham le pagó diezmos. Antes que se llamara el Sacerdocio de Melquisedec se llamaba, el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios. El nombre del sacerdocio cambio por respeto al nombre de Dios, y evitar repetir su nombre muy frecuentemente, y así cambio al Sacerdocio de Melquisedec. Esta enseñanza se encuentra en el libro de Doctrina y Convenios 107:3-4.

Se menciona en la Biblia varias veces que Jesucristo era, “un sumo sacerdote según el orden de Melquisedec" (Heb. 5:10). El Sacerdocio se recibió por primera vez por Adán, y se ha recibido por cada patriarca y profeta autorizado por Dios. Este sacerdocio era esencial en cada dispensación para efectuar las ordenanzas de la Iglesia. Sin embargo, durante el tiempo de Moisés, el Señor quito el Sacerdocio de Melquisedec del pueblo de Israel. En vez de esto se le dio el Sacerdocio Aaronico o el Sacerdocio menor. Jesucristo cuando organizo su iglesia en la tierra restauro el Sacerdocio de Melquisedec a sus apóstoles. Los apóstoles usaron esta autoridad para predicar, bendecir, bautizar, y conferir el Don del Espíritu Santo. Este sacerdocio se volvió a perder a causa de La Gran Apostasía. Al perderse esta autoridad ceso la revelación de Dios a sus hijos en la tierra y la Iglesia verdadera se desapareció. En 1829, Jesucristo mando otra vez que se restaurara el Sacerdocio de Melquisedec a la tierra por medio del Profeta José Smith y Oliver Cowdery.

Los Oficios y Funciones del Sacerdocio de Melquisedec

Así como el Sacerdocio Aarónico, un hombre retiene todas las llaves y la autoridad de sus oficios anteriores. Por ejemplo, si ningún miembro del Sacerdocio Aarónico esta presente, el Sacerdocio de Melquisedec puede bendecir y repartir la Santa Cena.

  • Élder como título "Élder" Puede ser utilizado para cualquier poseedor del Sacerdocio de Melquisedec. Como título se utiliza típicamente para referirse a Misioneros Mormones o Autoridades Generales de la iglesia.
  • Élder como oficio: Los hombres se pueden ordenar a ser Élderes a la edad de 18 o 19. El deber de un Élder es bautizar, y confirmar miembros de la iglesia, y conferir el Don del Espíritu Santo, administrar la Santa Cena dar bendiciones de consuelo y curación, y velar en general sobre la iglesia.

  • Setenta: Los miembros del Quórum de los Setenta son llamados como Autoridades Generales bajo la dirección de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles. Un Setenta trabaja como misionero y se ocupa en varias actividades de la iglesia, edifica y desarrolla la iglesia en todas las naciones donde se encuentre, y predica el Evangelio. Miembros del Quórum de los Setenta pueden ser utilizados también para discursar en La Conferencia General. En la actualidad, hay siete quórumes, cada con aproximadamente setenta miembros. Los miembros de los Setenta pueden ser relevados honorablemente y pueden recibir otra posición en la iglesia.
  • Sumo Sacerdote: Sumos Sacerdotes tienen la autoridad para oficiar en la Iglesia. Los hombres son ordenados como Sumos Sacerdotes para servir en varios llamamientos: miembros del obispado, miembros de la presidencia de estaca, consejeros, miembros del Sumo Consejo, presidentes de misión, patriarcas, etc. Sumos Sacerdotes tienen su propio quórum y son distintos del quórum de Élderes.

  • Patriarca: Patriarcas son oficiados a nivel de estaca, y son ordenados por Autoridades Generales o presidentes de estaca que han recibido la autoridad por el Quórum de los Doce Apóstoles. El deber del patriarca es bendiciones especiales llamadas bendiciones patriarcales a miembros dignos de la iglesia. Tales bendiciones son las palabras personales del Señor al recipiente y da a la persona una mejor comprensión de su propósito en la vida. El oficio de patriarca es un llamamiento de toda la vida, aunque si llega el tiempo en que el patriarca no es capaz de funcionar en sus deberes, por ejemplo por salud, un patriarca adicional puede ser llamado en esa estaca. El termino "patriarca" también se puede aplicar al padre de una familia.
  • Apóstol: El significado de la palabra apóstol es "enviado delante del Señor", apóstoles son testigos especiales de Jesucristo. El ser Apóstol igual que el de ser Patriarca, es un oficio que se ocupa toda la vida. Los hombres ordenados como apóstoles son miembros del Quórum de los Doce Apóstoles o de la Primera Presidencia. Apóstoles viajan a través del mundo para construir y para regular la iglesia. Los apóstoles tienen todas las llaves del reino, pero sólo el apóstol mayor — el Presidente de la Iglesia — es autorizado a utilizar todas las llaves. Los demás apóstoles actúan bajo la dirección del presidente.

  • Presidente: Sólo un hombre puede tener la oficina de ser Presidente de la Iglesia y ejercitar las llaves y la autoridad asociadas con esta oficina. El Presidente, es el apóstol mayor (en términos de años como un apóstol, no edad.) Y es también el presidente del Sacerdocio de Melquisedec. El es sostenido como el profeta, vidente, y revelador de estos tiempos. Como tal, él tiene el derecho de recibir la revelación para no sólo la iglesia, pero el mundo entero. Un hombre ocupara el oficio de Presidente de la iglesia el resto de su vida, aunque en casos de salud los consejeros de la Primera Presidencia puede tomar algunas de las funciones de la oficina según el Presidente autorice.
  • El Sacerdocio de Melquisedec "tiene el derecho de presidir, y tiene poder y autoridad sobre todos los oficios en la iglesia en todas las edades del mundo para administrar en las cosas espirituales" y los poseedores de “las llaves de todas las bendiciones espirituales de la iglesia” (DyC 107:8, 18).

El Sacerdocio Aarónico o Sacerdocio de Aarón

El Sacerdocio Aarónico es el menor de los dos sacerdocios. El Sacerdocio Aarónico esta bajo la dirección del sacerdocio mayor, el Sacerdocio de Melquisedec. Se así por el hermano de Moisés, Aarón que descendía de los sacerdotes y los sumos sacerdotes antiguos de Israel. En tiempos antiguos solo los de la tribu o del linaje de Leví podrían recibir este sacerdocio. Por esta razón también se le conocía por el Sacerdocio Levítico en las escrituras. Al venir Jesucristo a la tierra las leyes del la iglesia cambiaron y se cumplieron y se estableció una nueva ley. En esta ley las restricciones del sacerdocio se abolieron y un hombre digno de cualquier tribu podría recibir el sacerdocio. En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continuamos actuando bajo la revelación de Dios y permitimos que cualquier hombre digno de la edad de doce o mayor reciba el Sacerdocio Aarónico. El Sacerdocio Aarónico tiene cuatro oficios cada oficio tiene su propio deber y función. Una vez que el poseedor pasa a otro oficio mayor retiene el poder y la autoridad de los oficios menores.

  • Diáconos: A la edad de Doce años un varón digno puede ser ordenado a ser un diacono. Los deberes del quórum de los Diáconos son varios el principal es velar por la Iglesia y sus miembros. En revelación moderna encontrada en el libro de Doctrina y Convenios explica que los Diáconos deben, "amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar a todos a venir a Cristo." (DyC 20:59). Una responsabilidad sagrada de los Diáconos es de repartir la Santa Cena en la reunión sacramental los domingos, y recoger ofrendas de los miembros. Sirven a la Iglesia entera, ayudan al Obispo, y pueden efectuar ordenanzas sagradas en el Templo, llamadas Bautismos Vicarios.

  • Maestros: Un varón puede ser ordenado a ser un maestro a la edad de catorce años. Los oficios de un maestro incluye también velar por la Iglesia, asegurando que no haya "aspereza, entre uno y otro, ni mentiras, ni difamaciones, ni calumnias (DyC 20:53-55). Maestros tienen la responsabilidad de preparar la Santa Cena antes de la reunión sacramental. También pueden servir como maestros orientadores, ayudar acomodar a los miembros en reuniones, y pueden participar en seminario.

  • Presbíteros: Un varón digno puede ser ordenado al oficio de Presbítero comenzando a la edad de dieciséis años. Ellos tienen la responsabilidad de "amonestar, exponer, exhortar, enseñar…., y visitar la casa de todos los miembros, y exhortarlos a que oren vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes de la familia" (DyC 20:46-47). Los Presbíteros tienen el privilegio de bendecir la Santa Cena para que los miembros puedan renovar sus convenios con el Señor. Juan el Bautista tenía la autoridad del Sacerdocio Aarónico significando que un Presbítero puede bautizar. Pero igual que Juan no tienen la autoridad para conferir el don del Espíritu Santo.

  • Obispo: Un Obispo, es el oficio más alto en el sacerdocio de Aarón. El Obispo es el presidente del quórum de Presbíteros, el presidente del Sacerdocio de Aarón, y el sumo sacerdote que preside en el barrio. Aunque ser Obispo sea un oficio del Sacerdocio de Aarón, los hombres llamados a ser obispos tienen el Sacerdocio de Melquisedec y tienen el oficio de sumo sacerdote para presidir sobre la congregación entera.

El Sacerdocio de Aarón tiene "llaves del ministerio de Ángeles, la administración de las ordenanzas exteriores" como bendecir la Santa Cena o Bautizar (DyC 107:20).

"La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicídad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. . . En la obediencia hay gozo y paz sin defecto y sin mezcla; y en vista de que Dios ha proyectado nuestra felicidad, así como la felicidad de todas sus criaturas, El jamás ha instituido, jamás instituirá ordenanza o dará mandamiento alguno a su pueblo, que en su naturaleza no tenga por objeto adelantar esa felicidad que El ha proyectado, o que no resulte en la mayor bondad y gloria para aquellos que reciben su ley y ordenanzas"
(Profeta José Smith).

martes, 8 de diciembre de 2009

Restauracion De Los Doce

La Restauración de los Doce

La organización de los Doce Apóstoles se restauró de nuevo el 14 de Febrero de 1835. El primer quórum de los Doce Apóstoles en esta dispensación fue escogido por los tres testigos del Libro de Mormón (Oliverio Cowdery, David Whitmer, y Martin Harris.)


12 Apostoles

Miembros del Quórum original de los Doce Apóstoles. De la primera fila, de izquierda a derecha,: Thomas B. Marsh (no hay foto disponible), David W. Patten (no hay foto disponible), Brigham Young, Heber C. Kimball. Segunda fila: Orson Hyde, William E. McLellin, Parley P. Pratt, Luke S. Johnson. Última fila: William B. Smith, Orson Pratt, John F. Boynton, Lyman E. Johnson.

Los que fueron escogidos y ordenados a este quórum eran Thomas B. Marsh, David W. Patten, Brigham Young, Heber C. Kimball, Orson Hyde, William E. McLellin, Parley P. Pratt, Luke S. Jonson, William B. Smith, Orson Pratt, John F. Boynton, y Lyman E. Jonson. Estos primeros apóstoles fueron llamados a predicar el Evangelio, a difundir la Iglesia recién restaurada a todas partes del mundo, y ser testigos especiales de Cristo y para predicar el Evangelio a través del mundo. De ellos el Profeta José Smith dijo:

Ellos son los Doce apóstoles, que deberán presidir sobre las iglesias de los Santos, entre los Gentiles, donde hay una presidencia establecida; y ellos deberán viajar y deberán predicar entre los Gentiles, hasta que el Señor los ordene para ir a los judíos. Ellos deberán tener las llaves de este ministerio, para abrir las puertas del reino de los cielos a todas naciones, y para predicar el Evangelio a cada criatura. Esto es el poder, la autoridad, y la virtud de su apostolado. (Joseph Smith, la Historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Últimos Días, 7 vol. 2:200)

En enero del año 1841, Brigham Young fue designado como Presidentes del Quórum de los Doce, y en marzo del año 1844, José Smith confirió al quórum todas las ordenanzas, las llaves, y la autoridad que él poseía. Por esta razón, los miembros de la Iglesia Mormona, consideran a los Doce como profetas, videntes y reveladores para la Iglesia.

Después de la muerte de José Smith, la Iglesia se encontró con la pregunta de cual tendría que ser el procedimiento de sucesión en la presidencia. La confusión resultante se resolvió cuando los miembros de la Iglesia sostuvieron al Quórum del Doce Apóstoles para administrar después de la Primera Presidencia. Los Doce, bajo la dirección de Brigham Young, dirigieron la Iglesia desde Junio de 1844 a Diciembre de 1847 durante el éxodo hacia el oeste al Valle del Lago Salado (Salt Lake City). Los Doce sostuvieron a Young como Presidente de la Iglesia el 5 de diciembre de 1847, cerca de Winter Quarters, Nebraska, esta acción fue sostenida subsiguientemente por la Iglesia entera en una conferencia el 27 de diciembre de 1847.

El Quórum de los Doce Apóstoles Hoy en Día

En el libro de Hechos, Dios revela que la Iglesia que se había perdido por la apostasía sería restaurada a su debido tiempo.
Doce
El Quórum actual de los Doce Apóstoles. Primera Fila, de izquierda a derecha: Boyd K. Packer (Presidente del Quorum), L. Tom Perry, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, (finado). Segunda Fila: Richard G. Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, David E. Bednar, (sin foto los siguientes) Quentin L. Cook, y D. Todd Christofferson.

“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo (Hechos 3:19-21.)

La misma organización que existió en el tiempo de Jesucristo ha sido restaurada y existe hoy en día en la Iglesia Mormona. Igual como lo eran los apóstoles de la antigüedad, los apóstoles hoy en día son hombres sencillos que trabajan en muchas diferentes profesiones, entre las que se incluyen leyes, empresas, medicina, enseñanza y justicia. Ellos fueron llamados de la misma manera que los apóstoles en la época de Jesucristo. Jesucristo los llamó y ellos dejaron a un lado sus profesiones y sus ocupaciones para poder servirle al Señor con toda su alma, mente, y fuerza y ser testigos especiales del Salvador.

La Función de los Doce Apóstoles

El Quórum de los Doce Apóstoles es el segundo cuerpo gubernamental más alto de la Iglesia. Sus miembros sirven bajo la dirección de La Primera Presidencia, que es una unidad compuesta por tres personas: un presidente y dos consejeros. Los apóstoles tienen un llamamiento sagrado, ser testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo. Aparte de ese llamamiento, los apóstoles también se encargan de las funciones administrativas de supervisar el progreso y desarrollo de la Iglesia en todo el mundo.

Los apóstoles de la antigüedad fueron enviados por Jesucristo a predicar, testificar, y bautizar en su nombre, de igual manera, los apóstoles hoy en día viajan por el mundo para fortalecer y alentar a los miembros de la Iglesia, para organizar nuevas congregaciones y para dirigir los asuntos de la Iglesia. A veces, esto significa reunirse con líderes y gobernantes de diferentes países para negociar autorizaciones que permitan que la Iglesia se establezca en otros países.

Escoger a un Apóstol

Los apóstoles de la antigüedad, sirvieron toda su vida, aun hasta dar sus vidas por el Salvador. Este llamamiento es de toda la vida y termina al morir la persona. Cuando esto pasa es necesario escoger a un nuevo apóstol. Los nuevos apóstoles se escogen por medio de la Primera Presidencia, y por medio de revelación. En el antiguo testamento pasó esto, al verse el quórum disminuido por la muerte de Judas, el quórum tenía que escoger a un nuevo apóstol. En Hechos, 1:15-26 se explica el proceso. Pedro el presidente de la Iglesia reunió a los once apóstoles y les presentó la situación:

Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en

que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas,

que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros,

y tenía parte en este ministerio.
Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo
,

y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron….

Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien
moreen ella;

y: Tome otro su oficio.”

Pedro vió la necesidad de los doce de reponer el apóstol para que se completara el quórum y se estableciera de nuevo como Jesucristo lo había organizado. Primero consideraron las opciones que tenían para ordenar a un nuevo apóstol:

Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con

nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,

comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros

fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.

Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre

Justo, y a Matías."

Después buscaron la inspiración del Señor por medio del Espíritu Santo que él les había dejado antes de ascender al cielo,


“Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido.”

Este mismo procedimiento pasa hoy en día. Primero el Quórum de los Doce y la Primera Presidencia se reúnen y escogen a personas que ellos consideran pudieran ser apóstoles, después oran y ayunan para buscar la inspiración del Señor para que él escoja al apóstol. Al recibir la inspiración de Dios se presenta el nuevo apóstol ante la congregación igual como se hizo en estos versículos de la Biblia, y la congregación da su aprobación de la nueva persona.


El individuo recién sostenido entonces es ordenado como un apóstol por la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce, que concede sobre él las llaves (la autoridad) del santo apostolado. Estas llaves son las mismas que fueron dadas por Cristo a los apóstoles antiguos y restauradas a José Smith y Oliverio Cowdery en tiempos modernos por Pedro, Santiago, y Juan. Las llaves conferidas al nuevo apóstol incluyen la autoridad para predicar el evangelio en todo el mundo y para sellar las ordenanzas en la tierra que se sellaran eternamente. (Vea Mateo 16:19, 28:19-20). Los apóstoles son testigos especiales del nombre de Jesucristo en todo el mundo; ellos poseen un conocimiento, por revelación, de la resurrección literal de Cristo y un conocimiento de que él dirige los asuntos de Su Iglesia.
Desde el tiempo de José Smith ha habido 94 hombres llamados y sostenidos como apóstoles. El Quórum actual consiste en:

  • [Elder Boyd K. Packer] (actuando a presidente del Quórum)
  • [Elder L. Tom Perry]
  • [Elder Russell M. Nelson]
  • [Elder Dallin H. Oaks]
  • [Elder M. Russell Ballard]
  • [Elder Joseph B. Wirthlin]
  • [Elder Richard G. Scott]
  • [Elder Robert D. Hales]
  • [Elder Jeffrey R. Holland]
  • [Elder Dieter F. Uchtdorf]
  • [Elder David A. Bednar]
  • [Elder Quentin L. Cook]


Ezra Taft Benson

Ezra Taft Benson llegó a ser el decimotercer Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el 10 de noviembre de 1985.

Ezra Taft Benson, profeta de la Iglesia Mormona 1985–1994
Ezra Taft Benson, profeta de la Iglesia Mormona 1985–1994

El presidente Benson nació el 4 de agosto de 1899, en Whitney, Idaho, y fue el mayor de once hijos. Cuándo erajoven su padre fue llamado a una misión. La familia trabajó arduamente para mantener el ritmo de la granja mientras él no estuvo, pero su ejemplo de padre tocó a los hijos y por lo menos once sirvieron una misión de tiempo completo.

En 1918, Ezra Taft Benson fue reclutado en el ejército al final de la Primera Guerra mundial. Él entonces continuó la carrera de agricultura y tomó cursos en la Universidad Pública de Utah de agricultura. En 1921 él fue llamado a una misión a Inglaterra. Después de su misión, Ezra Taft Benson asistió a la Universidad Brigham Young donde él fue denominado al hombre más popular en el campus y graduado con honores.

El 10 de septiembre, 1926 Ezra Taft Benson se casó con Flora Smith Amussen, una mujer con muchos talentos. Ella había ganado el campeonato individual de tenis de mujeres en el colegio y había servido una misión en Hawaii. Juntos tuvieron seis hijos.

En 1929, el Presidente Benson fue designado como el agente agrícola del Condado de Franklin y ayudó a los granjeros a resolver sus problemas. En 1930 él fue designado a servir como el secretario ejecutivo del Consejo Cooperativo de Idaho y se mantuvo en este puesto durante cinco años. El salió en 1936 para realizar estudios de posgrado en la Universidad de California. Cuándo él volvió en 1938, él fue llamado a ser Presidente de Estaca. En 1939, se le pidió a Ezra Taft Benson ser el secretario de dirección del Consejo Nacional de Cooperativas de Granjas en su sede en Washington, D.C.

El 26 de julio, 1943 Ezra Taft Benson fue llamado como un Apóstol. El fue llamado en 1945 a supervisar la misión europea y ayudar a las personas que estaban sufriendo debido a la guerra. En diez meses él entregó 92 furgones de carga de alimento, ropa, ropa de cama y suministros médicos. El ayudó también a volver a abrir las misiones en Europa.

En 1952, el Presidente Benson aceptó un puesto ministerial bajo Dwight D. Eisenhower como Secretario de Agricultura. El sirvió en esta posición por ocho años. Su presencia en la política ayudó a la Iglesia a llegar a ser aceptada en todo el mundo. En 1973, Ezra Taft Benson llegó a ser el presidente del Quórum de los Doce apóstoles y en 1985 llegó a ser el Presidente de la Iglesia. El tenía 86 años. El presidente Benson enfatizó la importancia de leer el Libro de Mormón, la obra misional y el fortalecimiento de las familias . El sirvió como presidente hasta su muerte en 1994.

Véase también Cuidaos del orgullo, discurso clásico del Presidente Benson de la Conferencia General.


Citas del Presidente Ezra Taft Benson

  • "Tenemos una responsabilidad sagrada de cumplir con las misiones de la Iglesia—primero, enseñar el evangelio al mundo; segundo, fortalecer a los miembros de la Iglesia donde quiera que se encuentren; tercero, adelantar la obra para la salvación para los muertos".
“Una Responsabilidad Sagrada”, Ensign, mayo de 1986.
  • "El orgullo es un pecado que puede ser visto fácilmente en otros pero es admitido raramente en nosotros mismos. La mayor parte de nosotros consideramos que el orgullo es un pecado de aquellos en la cima, tal como el rico y el letrado, mirando por encima del hombre al resto de nosotros. Hay, sin embargo, una indisposición más común entre nosotros—y eso es el orgullo del de abajo al mirar hacia arriba. Es manifiesto en tantas maneras, tales como el criticar, decir chismes, hablar mal, murmurar, gastar más de lo que se gana, envidiar, codiciar, tener falta de gratitud y de elogios que quizás levanten a otro, y ser celoso y no perdonar ".
“Cuidaos del Orgullo”, Ensign, mayo de 1989.
  • "La Iglesia siempre apoya lo que es honesto, virtuoso, verdadero y digno de alabanza. Tal pronunciación sostiene la rectitud y constituye un repudio contra lo que es malo y todas filosofías falsas. La Primera Presidencia y los Doce no están inconscientes de las falsas filosofías y maldades y continuarán advirtiendo al mundo y a los Santos como el Señor indique".
“Que el Reino de Dios siga adelante” Ensign, mayo de 1978.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Historia de los Templos

Una historia de los templos

por el élder James E. Talmage (1862–1933)
del Quórum de los Doce Apóstoles

Tanto por derivación como por uso común la palabra templo, en su aplicación literal, tiene un significado limitado y particular. El concepto esencial de un templo es y siempre ha sido el de un lugar especialmente reservado para un servicio considerado sagrado y de santidad verdadera o asumida; en una acepción más limitada, un templo es un edificio construido para efectuar ritos y ceremonias sagrados, y exclusivamente dedicado a tal objeto.

El vocablo latín templum era el equivalente del término hebreo Beth Elohim, y significaba la morada de Dios; de ahí que, por su relación con la adoración divina, literalmente significa la Casa del Señor.

En muchas edades distintas, tanto los adoradores de ídolos como los adherentes del Dios verdadero y viviente han levantado edificios considerados en su totalidad como santuarios o recintos así llamados. Los templos paganos de la antigüedad eran tenidos por habitación de los dioses y diosas míticos cuyos nombres llevaban, y a cuyo servicio se consagraban los edificios. Aunque se usaban las inmediaciones de estos templos como sitios de reunión general y ceremonia pública, siempre había recintos interiores donde solamente los sacerdotes consagrados podían entrar, y en los cuales, según se afirmaba, se manifestaba la presencia de su deidad. Como evidencia de la exclusividad de los templos antiguos, aun los de origen pagano, hallamos que el altar de adoración pagana se colocaba, no dentro del propio templo, sino delante de la entrada. Los templos jamás han sido considerados como sitios de reuniones públicas ordinarias, sino como recintos santos, consagrados a las ceremonias más solemnes de ese sistema particular de adoración, idólatra o divino, del cual el templo era el símbolo visible y el ejemplo material.

En días antiguos, el pueblo de Israel se distinguía entre las naciones como edificador de santuarios al nombre del Dios viviente. Este servicio les era requerido en forma particular por Jehová, a quien profesaban servir. La historia de Israel como nación data desde el Éxodo. Durante los siglos de su esclavitud en Egipto, los hijos de Jacob habían llegado a ser un pueblo numeroso y fuerte, mas no obstante, bajo servidumbre. En el debido tiempo, sin embargo, sus aflicciones y súplicas llegaron al Señor, quien los sacó con brazo extendido de poder. No bien hubieron escapado del ambiente de la idolatría egipcia, les fue requerido preparar un santuario en el cual Jehová pudiera manifestar Su presencia y dar a conocer Su voluntad como su Señor y Rey aceptado.

El tabernáculo ---sagrado para Israel, en calidad de santuario de Jehová, desde la época de su construcción en el desierto, y entonces durante el período en que anduvieron errantes y aun por siglos después--- se construyó de acuerdo con un plan y medidas revelados. Se trataba de una estructura compacta y portátil, acomodada a las exigencias de su emigración. Aun cuando el tabernáculo era solamente una tienda, se construyó con los mejores, los más preciados y los más costosos materiales que el pueblo poseía. Esta condición de excelencia constituía la ofrenda de una nación al Señor. Su construcción fue prescrita con minucioso detalle, así en cuanto al diseño como al material; fue en todo respecto lo mejor que el pueblo pudo dar, y Jehová santificó la dádiva ofrecida con su aceptación divina. Dicho sea de paso, tengamos presente el hecho de que, bien se trate del don de un hombre o de una nación, lo mejor, si se ofrece con toda la voluntad y con intención pura, siempre es precioso a la vista de Dios, pese a lo pobre que parezca ser cuando se le compara con otras cosas.

El llamado de proporcionar material para construir el tabernáculo se recibió con tan buena disposición y liberalidad, que se reunió más de lo necesario: “Pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba” (Éxodo 36:7). Se hizo una proclamación al respecto, y se le impidió al pueblo llevar más. Los artesanos y obreros que habrían de trabajar en la construcción del tabernáculo fueron designados por revelación directa, o sea, escogidos por autoridad divinamente señalada, dándose particular consideración a su destreza y devoción. Examinado en relación con su ambiente, y tomando en cuenta las circunstancias de su creación, el tabernáculo era una estructura imponente. La armazón era de madera escogida, las cortinas interiores de lino fino y preciosos bordados con adornos prescritos en azul, púrpura y carmesí, sus cortinas intermedias y exteriores de ricas pieles; sus partes de metal eran de bronce, plata y oro.

A la puerta del tabernáculo, pero dentro de su atrio, se hallaba el altar del holocausto y la fuente de bronce para lavar. Un cuarto exterior, o Lugar Santo, constituía el primer compartimiento de lo que era propiamente el tabernáculo; y más adentro, protegido de la vista por el segundo velo, se hallaba el santuario interior, categóricamente conocido como el Lugar Santísimo. De acuerdo con el orden prescrito, únicamente a los sacerdotes les era permitido entrar en el compartimiento exterior; mientras que en el recinto interior, el “más santo de todos”, a nadie se admitía sino al sumo sacerdote, y éste sólo una vez al año y únicamente después de un extenso curso de purificación y santificación (véase Hebreos 9:1--7; Levítico 16).

Una de las pertenencias más sagradas del tabernáculo era el arca del pacto [convenio]. Era una caja o cofre, construida de la madera más fina disponible, cubierta de oro puro por dentro y por fuera, y provista de cuatro anillos de oro para insertar las varas que se usaban para transportarla mientras viajaban. El arca contenía ciertos objetos de importancia sagrada, tales como la vasija de oro llena de maná, guardada como remembranza, y a ésta se añadieron más tarde la vara de Aarón que reverdeció y las tablas de piedra escritas por la mano de Dios. Cuando se levantaba el tabernáculo en el campamento de Israel, se colocaba el arca dentro del velo interior, en el Lugar Santísimo. Sobre el arca descansaba el propiciatorio, al cual coronaban dos querubines de oro labrados a martillo. En este sitio manifestaba el Señor Su presencia, tal como prometió aun antes de haberse construido el arca o el tabernáculo: “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel” (Éxodo 25:22).

No se intentará dar, en esta parte, una descripción detallada del tabernáculo, sus pertenencias o mobiliario. Para nuestro propósito actual basta saber que en el campamento de Israel existía tal santuario; que se construyó de acuerdo con un plan revelado; que era la incorporación de lo mejor que el pueblo pudo ofrecer, así en cuanto a materiales como a mano de obra; que era la ofrenda del pueblo a su Dios, y que fue debidamente aceptada por Él (véase Éxodo 40:3--38). Como se mostrará más adelante, el tabernáculo fue un prototipo del templo de mayor estabilidad y magnificencia que con el transcurso del tiempo lo reemplazó.

Después que Israel se hubo establecido en la tierra de promisión, cuando, después de cuatro décadas de andar errantes por el desierto, el pueblo del convenio finalmente tomó posesión de su propia Canaán, el tabernáculo con sus objetos sagrados se estableció en Silo, y allí se reunían las tribus para conocer la voluntad y la palabra de Dios (véase Josué 18:1; 19:51; 21:2; Jueces 18:31; 1 Samuel 1:3, 24; 4:3--4). Más tarde fue trasladado a Gabaón (véase 1 Crónicas 21:29; 2 Crónicas 1:3; y posteriormente a la Ciudad de David, o Sión (véase 2 Samuel 6:12; 2 Crónicas 5:2).

David, el segundo rey de Israel, pretendió y proyectó edificarle casa al Señor, declarando que era impropio que él, el rey, morara en un palacio de cedro, mientras que el santuario de Dios no era sino una tienda (véase 2 Samuel 7:2). Mas el Señor, hablando por boca del profeta Natán, rehusó la ofrenda propuesta y aclaró el hecho de que para serle aceptable, no era suficiente con que el presente fuese digno, sino que el dador también debía serlo Aunque en muchos respectos David, rey de Israel, era un varón aceptable a Dios, sin embargo, había pecado, y su transgresión aún no había sido perdonada. El rey declaró: “Yo tenía el propósito de edificar una casa en la cual reposara el arca del pacto de Jehová, y para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya preparado todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre” (1 Crónicas 28:2--3; véase también 2 Samuel 7:1--13). No obstante, le fue permitido a David recoger el material para la Casa del Señor, edificio que había de construir no él, sino su hijo Salomón.

Poco después de ascender al trono, Salomón emprendió la obra que, como herencia y honor, recibió con la corona. Puso los cimientos durante el cuarto año de su reinado, y el edificio quedó completo dentro de siete años y medio. Con la abundante riqueza acumulada por su padre el rey, y particularmente reservada para la construcción del templo, Salomón pudo imponer tributo a todo el mundo conocido y lograr la cooperación de varias naciones en su grande empresa. El número de los que trabajaron en el templo ascendió a muchos miles, y todo departamento quedó bajo el cargo de maestros artesanos. Era un honor prestar servicio en la gran estructura de la manera que fuese, y la mano de obra cobró una dignidad que hasta entonces no se había conocido. La albañilería se convirtió en profesión, y los niveles que en ella se establecieron han permanecido hasta el día de hoy. La construcción del Templo de Salomón fue un acontecimiento trascendental, no sólo en la historia de Israel, sino en la del mundo.

De acuerdo con la cronología comúnmente aceptada, el templo se terminó hacia el año 1005 a. de J. C. En cuanto a arquitectura y construcción, diseño y costo, es conocido como uno de los edificios más notables de la historia. Los servicios dedicatorios duraron siete días, una semana de regocijo santo en Israel. Se llevaron al templo, con las debidas ceremonias, el tabernáculo de reunión y la sagrada arca del pacto, la cual fue depositada en el santuario interior, el Lugar Santísimo. La condescendiente aceptación por parte del Señor se manifestó en la nube que llenó los sagrados recintos al retirarse los sacerdotes: “Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios” 2 Crónicas 5:14; véase también 2 Crónicas 7:1--2; Éxodo 40:35). Así fue como el templo reemplazó e incorporó el tabernáculo, del cual verdaderamente fue el suntuoso sucesor.

Al compararse el plan del Templo de Salomón con el del tabernáculo anterior, se ve que en todo punto esencial de disposición y proporción, había tanta semejanza entre los dos, que eran prácticamente idénticos Aun cuando era cierto que el tabernáculo no tenía sino un recinto, mientras que el templo estaba rodeado de patios, sin embargo, la estructura interior, lo que era propiamente el templo, seguía muy de cerca el diseño anterior. Las dimensiones del Lugar Santísimo, el Lugar Santo y el atrio del templo eran exactamente el doble de lo que habían sido en el tabernáculo.

La gloriosa preeminencia de este espléndido edificio fue de breve duración. Treinta y cuatro años después de su dedicación, y escasamente cinco años después de la muerte de Salomón, empezó a decaer; y esta decadencia pronto se iba a convertir en un despojo general, tornándose finalmente en una verdadera profanación. Salomón el rey, el hombre de sabiduría, el hábil constructor, se desvió en pos de los ardides de mujeres idólatras y su conducta indisciplinada provocó la iniquidad en Israel. La nación ya no era una; había facciones y sectas, partidos y credos; algunos adoraban en las cumbres de los montes, otros bajo árboles frondosos, cada partido afirmando la excelencia de su santuario particular. El templo pronto perdió su santidad; el don se desprestigió a causa de la perfidia del donador y Jehová retiró Su presencia protectora del lugar que ya no era santo.

Nuevamente se permitió que Israel fuera oprimido por los egipcios, de cuya servidumbre habían sido librados. Sisac, rey de Egipto, venció a Jerusalén ---la ciudad de David y el sitio del templo--- “y tomó los tesoros de la casa de Jehová” (1 Reyes 14:25--26). Otros tomaron parte del mobiliario, otrora sagrado, que dejaron los egipcios, y lo obsequiaron a ídolos (véase 2 Crónicas 24:7). La obra profanadora continuó algunos siglos. Doscientos dieciséis años después del saqueo egipcio, Acaz, rey de Judá, robó del templo los tesoros que quedaban y envió como presente a un rey pagano, cuyo favor deseaba granjearse, parte del oro y de la plata que allí encontró. Además, quitó el altar y la fuente, dejando solamente una casa donde en otro tiempo había habido un templo (véase 2 Reyes 16:7--9, 17--18; véase también 2 Crónicas 28:24--25). Más tarde, Nabucodonosor, rey de Babilonia, acabó de despojar el templo y se llevó los pocos tesoros que todavía quedaban, tras lo cual consumió a fuego el edificio (véase 2 Crónicas 36:18--19; véase también 2 Reyes 24:13; 25:9).

De manera que, unos seiscientos años antes del advenimiento terrenal de nuestro Señor, Israel quedó sin templo. El pueblo se había dividido; existían dos reinos, el de Israel y el de Judá, enemistado el uno con el otro; se habían tornado idólatras y completamente inicuos; y el Señor los había rechazado junto con su santuario. El reino de Israel, en el cual estaban comprendidas aproximadamente diez de las doce tribus, cayó bajo el dominio de Asiria hacia el año 721 a. de J. C., y un siglo después, los babilonios vencieron al reino de Judá. Durante setenta años los del pueblo de Judá ---conocidos como judíos desde esa época--- permanecieron en el cautiverio, tal como se había predicho (véase Jeremías 25:11--12; 29:10).

Entonces, bajo el dominio benigno de Ciro (véase Esdras 1 ,2) y de Darío (véase Esdras 6, se les permitió volver a Jerusalén y una vez más edificar un templo de acuerdo con su fe. Para honrar al director de la obra, el templo restaurado se conoce en la historia como el Templo de Zorobabel. Se echaron los cimientos con una ceremonia solemne, y la ocasión hizo llorar de gozo a los ancianos vivientes que recordaban el templo anterior (véase Esdras 3:12--13). A pesar de impedimentos legales (véase Esdras 4:4--24 y otros estorbos, la obra continuó, y dentro de veinte años de haber vuelto de su cautiverio, los judíos tenían un templo listo para su dedicación. El Templo de Zorobabel se completó en el año 515 antes de Cristo, precisamente el día 3 del mes de Adar, en el sexto año del reinado del rey Darío, tras lo cual inmediatamente se procedió a su dedicación (véase Esdras 6:15--22). A pesar de que este templo era muy inferior en cuanto al lujo del acabado y muebles, en comparación con el espléndido Templo de Salomón, fue, no obstante, lo mejor que el pueblo pudo edificar, y el Señor lo aceptó como ofrenda representativa del amor y devoción de Sus hijos del convenio. Como prueba de esta aceptación divina, consideremos el ministerio de profetas tales como Zacarías, Hageo y Malaquías dentro de sus muros.

Unos dieciséis años antes del nacimiento de Cristo, Herodes I, rey de Judea, inició la reconstrucción del Templo de Zorobabel, en ese tiempo decadente y virtualmente en ruinas. Esta estructura había durado cinco siglos, e indudablemente se había deteriorado con el tiempo.

Muchos de los acontecimientos de la vida terrenal del Salvador se relacionan con el Templo de Herodes. Es evidente, según las Escrituras, que aun cuando se opuso a los usos degradados y comerciales que impusieron sobre el templo, Cristo reconoció la santidad de sus recintos. El Templo de Herodes era una estructura sagrada, y pese al nombre por el cual era conocida, para Jesús era la Casa del Señor. Entonces, cuando el tenebroso velo descendió sobre la gran tragedia del Calvario, cuando por último se lanzó desde la cruz el grito agonizante: “Consumado es”, el velo del templo se rasgó en dos, y quedó al descubierto lo que en otro tiempo había sido el Lugar Santísimo. Mientras vivía aún en la carne (véase Mateo 24:1--2; Marcos 13:1--2; Lucas 21:6), nuestro Señor predijo la total destrucción del templo. En el año 70 de nuestra era el templo fue completamente destruido por fuego en la toma de Jerusalén por los romanos al mando de Tito.

El Templo de Herodes fue el último templo que se erigió en el hemisferio oriental. Desde la destrucción de ese gran edificio hasta el tiempo del restablecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el siglo XIX, todo lo que sabemos de la edificación de templos es lo que se menciona en los anales nefitas. Los pasajes del Libro de Mormón afirman que los colonos nefitas erigieron templos en lo que hoy es conocido como el hemisferio americano; pero son pocos los detalles que tenemos en cuanto a su construcción, y menos es todavía lo que sabemos de las ordenanzas administrativas correspondientes a estos templos occidentales. El pueblo construyó un templo hacia el año 570 a. de J. C., el cual, según se nos informa, siguió el modelo del Templo de Salomón aunque muy inferior a esta lujosa estructura en esplendidez y costo (véase 2 Nefi 5:16 Es de interés leer que cuando el Señor resucitado se manifestó a los nefitas en el continente occidental, los encontró reunidos en los alrededores del templo (véase 3 Nefi 11:1--10). Sin embargo, ya para el tiempo de la destrucción del Templo de Jerusalén, no se mencionan templos en el Libro de Mormón, y por otra parte, la nación nefita llegó a su fin antes del siglo IV después de Cristo. Es evidente, por tanto, que en ambos hemisferios dejaron de existir los templos en las primeras etapas de la Apostasía y que entre el género humano pereció el concepto mismo de un templo, en el sentido particular.

Por muchos siglos no se hizo al Señor la ofrenda de un santuario; por cierto, parece que no se reconocía que tal hiciera falta La iglesia apóstata declaró que la comunicación directa de Dios había cesado; y en lugar de administración divina, asumió el poder supremo un gobierno constituido por sí mismo. Se pone de manifiesto que, en lo que a la iglesia concernía, se había hecho callar la voz del Señor; que la gente no estaba dispuesta por más tiempo a escuchar la palabra de revelación y que agencias humanas habían abrogado el gobierno de la Iglesia (véase James E. Talmage, The Great Apostasy 1953, capítulo 9).

Durante el reinado de Constantino, cuando un cristianismo pervertido se convirtió en la religión del estado, seguía aún totalmente inadvertida o menospreciada la necesidad de un lugar donde Dios pudiera revelarse. Cierto es que se construyeron muchos edificios, la mayor parte de ellos costosos y espléndidos, de los cuales algunos fueron consagrados a Pedro y a Pablo, a Santiago y a Juan; otros a la Magdalena y a la Virgen; pero no se construyó ni uno solo por autoridad y nombre para la honra de Jesús el Cristo. Entre la multitud de capillas y santuarios, de iglesias y catedrales, el Hijo del Hombre no tenía un lugar que pudiera llamar Suyo. Se declaró que el papa, con sede en Roma, era el vicario de Cristo, y que sin revelación estaba facultado para declarar la voluntad de Dios (véase The Great Apostasy, capítulo 10).

No fue sino hasta la restauración del Evangelio en el siglo diecinueve, con sus antiguos poderes y privilegios, cuando una vez más se manifestó el Santo Sacerdocio entre los hombres; y téngase presente que la autoridad para hablar y actuar en el nombre de Dios es esencial para un templo, y que éste es nulo sin la autoridad sagrada del Santo Sacerdocio. En el año 1820 de nuestro Señor, José Smith, el profeta de esta última dispensación, en esa época un joven de catorce años, recibió una manifestación divina, en la cual el Padre Eterno y Su Hijo Jesucristo aparecieron e instruyeron al joven suplicante (véase Artículos de Fe, decimosegunda edición, 1924, capítulo 1). Por medio de José Smith se restauró en la tierra el Evangelio de los días anteriores y se restableció la antigua ley. Con el transcurso del tiempo, mediante el ministerio del Profeta, se organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyo establecimiento se distinguió por manifestaciones de poder divino.

Es significativo el hecho de que esta Iglesia, fiel a la distinción que afirma ---la de ser la Iglesia del Dios viviente, como su nombre lo indica--- desde los primeros días de su historia, empezó a prepararse para la construcción de un templo (véase D. y C. 36:8; 42:36; 133:2). La Iglesia se organizó como corporación terrenal el 6 de abril de 1830 de nuestra era, y en julio del año siguiente se recibió una revelación en la que se indicaba el sitio de un templo futuro cerca de Independence, Misuri.

El primer día de junio de 1833, en una revelación dada al profeta José Smith, el Señor ordenó la construcción inmediata de una casa santa, en la cual Él prometió investir a sus siervos escogidos con poder y autoridad (véase D. y C. 95). El pueblo correspondió al llamado con buena voluntad y devoción, y, a pesar de su extremada pobreza y frente a una persecución implacable, la obra se llevó a cabo hasta su conclusión, y en marzo de 1836 se dedicó el primer templo de la época moderna en Kirtland, Ohio (véase D. y C. 109). Manifestaciones divinas, comparables a las que acompañaron la presentación del primer templo en días antiguos, caracterizaron los servicios dedicatorios, y en ocasiones posteriores aparecieron dentro de los recintos sagrados seres celestiales con revelaciones de la voluntad divina para el hombre. En ese lugar nuevamente se vio y se oyó al Señor Jesucristo (véase D. y C. 110:1--10). Dentro de dos años de la fecha de su dedicación, aquellos que construyeron el Templo de Kirtland tuvieron que abandonarlo, obligados a huir por motivo de la persecución. Con su partida el templo sagrado llegó a ser sólo una casa normal y corriente, repudiada por el Señor a cuyo nombre se había levantado. El edificio todavía está en pie.

Los Santos de los Últimos Días emigraron hacia el Oeste, y se establecieron primeramente en Misuri y más tarde en Illinois, donde la sede de la Iglesia se estableció en Nauvoo. No bien se hubieron acomodado en su nueva morada, la voz de la revelación se oyó una vez más, llamando al pueblo a que nuevamente construyera una casa sagrada al nombre de Dios.

Las piedras angulares del Templo de Nauvoo se colocaron el 6 de abril de 1841, y se le puso el coronamiento el 24 de mayo de 1845; ambos actos se celebraron con una asamblea solemne y servicios sagrados. Aunque era palpable que se verían obligados a huir nuevamente, y aun cuando sabían que el templo tendría que ser abandonado poco después de terminarlo, todos trabajaron con fuerza y diligencia para completar y amueblar debidamente el edificio. Se dedicó el 30 de abril de 1846 aunque ciertas partes, tales como la pila bautismal, previamente se habían dedicado y usado para efectuar ordenanzas. Muchos de los miembros recibieron sus bendiciones y santa investidura en el Templo de Nauvoo aun cuando antes de terminarse el edificio, ya había empezado el éxodo del pueblo. El templo fue abandonado por aquellos que en su pobreza y a fuerza de sacrificios lo habían erigido. En noviembre de 1848 fue víctima de incendiarios, y en mayo de 1850 un tornado arrasó lo que quedaba de las paredes quemadas.

El 24 de julio de 1847 los pioneros mormones entraron en los valles de Utah mientras la región era todavía territorio mexicano, y establecieron una colonia donde hoy se encuentra Salt Lake City. Cuatro días después, Brigham Young, profeta y director, indicó un sitio en la tierra desértica, y golpeando la tierra seca con su bastón, proclamó: “Aquí estará el templo de nuestro Dios”.Este sitio es el que en la actualidad ocupa la hermosa Manzana del Templo, alrededor de la cual la ciudad ha crecido. En febrero de 1853 se dedicó el terreno con un servicio sagrado, y el día 6 del mes de abril siguiente se colocaron las piedras angulares al acompañamiento de solemnes e imponentes ceremonias. La construcción del Templo de Salt Lake duró cuarenta años; el coronamiento se colocó el 6 de abril de 1892 y un año después se dedicó el edificio terminado.

No es el propósito de este material considerar en detalle ningún templo en particular, ya sea antiguo o moderno, sino más bien indicar las características esenciales y distintivas de los templos, así como aclarar el hecho de que tanto en tiempos antiguos como modernos la construcción de templos ha sido, para el pueblo del convenio, una obra particularmente requerida de sus manos. De lo que se ha dicho, se destaca que un templo es más que una capilla o iglesia, más que una sinagoga o catedral; es un edificio erigido en calidad de Casa del Señor, sagrada para la más íntima comunión entre el Señor mismo y el Santo Sacerdocio, y consagrada a las más altas y sagradas ordenanzas que corresponden a la edad o dispensación a la cual pertenece determinado templo. Es más, para ser en realidad un santo templo ---aceptado por el Señor y por Él reconocido como Su Casa--- la ofrenda debe haberse solicitado, y tanto ésta como el que la ofrece deben ser dignos.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proclama que posee el santo sacerdocio nuevamente restaurado en la tierra, y que está investida con la comisión divina de erigir y conservar templos dedicados al nombre y servicio del Dios verdadero y viviente, y administrar dentro de estos edificios sagrados las ordenanzas del sacerdocio, cuyo efecto estará en vigor así en la tierra como allende el sepulcro.

Historia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

La temprana historia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es difundida mayormente por el mormonismo, que se originó en Nueva York bajo la dirección de Joseph Smith, Jr. Con la importante ayuda de Oliver Cowdery y Sidney Rigdon, Smith dictó y publicó obras de la escritura, afirmó que fue visitado por los ángeles, y formaron una nueva iglesia. En parte a causa del rápido crecimiento del movimiento, y en parte debido a sus distintas doctrinas y prácticas, los principios de los Santos de los Últimos Días fueron objeto de oposición allí donde se reunían en número. En las primeras décadas de su historia, se reunieron y fueron expulsados de Kirtland (Ohio), Independence (Misuri), Far West (Misuri) y Nauvoo (Illinois). Por último, el 27 de junio de 1844, su fundador y profeta fue asesinado en una cárcel en Cartago, Illinois.

Tras la muerte de Joseph Smith, Jr, hubo cierta confusión sobre que debería ser su sucesor, dando lugar a la formación de varias facciones. El mayor grupo de mormones siguió Brigham Young, el Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles. Una fracción significativa, entre ellos la mayoría de Joseph Smith de la familia, seguido de otros dirigentes, como James J. Strang, Sidney Rigdon, Alpheus Cutler, Lyman Wight, William Smith, y Granville Hedrick. Eventualmente, muchos de los dispersos Día de los Santos Últimos coalesced detrás de Joseph Smith, el hijo de Joseph Smith III para formar el reorganizó la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días Santos, ahora la Comunidad de Cristo, el segundo más grande de los Últimos Días Saint denominación de hoy.

Migración a Utah y colonización del Oeste (1846 a 1856)


Mapa que muestra el éxodo hacia el oeste de la iglesia LDS entre 1846 y 1869. Asimismo, figuran una parte de la ruta seguida por el Batallón Mormón y el camino seguido por el handcart a las empresas a las Mormón Trail.
Artículos principales: Historia de Utah y Pioneros mormones

Bajo el liderazgo de Brigham Young, los líderes de la Iglesia tiene previsto abandonar Nauvoo, Illinois, en abril de 1846, pero en medio de amenazas de las milicias estatales, se vieron obligados a cruzar el río Mississippi en el frío de febrero. Ellos eventualmente izquierda de las fronteras de los Estados Unidos a lo que hoy es Utah, donde fundó Salt Lake City.

Los grupos que dejaron de Illinois para Utah llegó a ser conocido como el Mormón Pioneros y forjado un camino a Salt Lake City, conocido como el Sendero Mormón. La llegada de los primeros pioneros mormones en el Valle de Salt Lake el 24 de julio de 1847 se conmemora por el Estado de Utah Pioneer Día de vacaciones.

Los grupos de conversos de los Estados Unidos, Canadá, Europa, y en otros lugares se animó a reunir a Utah en las décadas siguientes. Tanto el original Mormón la migración y la posterior conversión de las migraciones se debió en gran sacrificio y un buen número de muertes. Brigham Young organizó una gran colonización del Oeste americano, con Mormón asentamientos se extiende desde Canadá a Mexico. Cabe destacar que las ciudades surgieron a partir de principios de Mormón incluyen los asentamientos de San Bernardino, California, Las Vegas, Nevada, y Mesa, Arizona.

Brigham Young's principios de liderazgo teocrático

Tras la muerte de Joseph Smith, Brigham Young declaró que la Iglesia debe ser dirigido por el Quórum de los Doce Apóstoles (véase la sucesión de crisis). Más tarde, después de la migración a Utah había comenzado, Brigham Young se mantuvo como miembro de la Primera Presidencia el 25 de diciembre de 1847, (Diario de Wilford Woodruff, la Iglesia Archives), y luego como Presidente de la Iglesia el 8 de octubre de 1848. (Roberts, Comprehensive Historia de la Iglesia, 3:318).

Una de las razones que los santos han optado por la Gran Cuenca como una solución de lugar es que la zona estaba en el momento fuera del territorio de los Estados Unidos, jóvenes que habían culpado por no proteger a los mormones de la oposición política de los estados de Missouri y Illinois. Sin embargo, en 1848 el Tratado de Guadalupe Hidalgo, Mexico cedió la zona a los Estados Unidos. Como resultado de ello, Brigham Young envió emisarios a Washington, DC con una propuesta para crear un gran Estado de Deseret, de jóvenes que, naturalmente, ser el primer gobernador. En lugar de ello, el Congreso creó el mucho más pequeño territorio de Utah en 1850, y el joven fue nombrado gobernador en 1851. Debido a su posición religiosa, jóvenes ejercen mucho más práctico el control sobre los asuntos de Mormón y no Mormón colonos que un gobernador territorial típica de la época.

Durante la mayor parte del siglo 19, la Iglesia LDS mantenido un sistema de tribunales eclesiásticos paralelo a los tribunales federales, los mormones y necesario para utilizar el sistema exclusivamente para los asuntos civiles, frente a la iglesia o la disciplina. (Mangrum 1983, pp. 80-81)

La iglesia al intento de reestructurar al margen de la sociedad de los Estados Unidos (1856 a 1890)


Los lugares de mayor LDS asentamientos en América del Norte antes de 1890. Se incluyen las principales ciudades originalmente fundada por colonos LDS que más tarde abandonó la zona.

La Reforma mormona

En 1856-1858, la Iglesia se sometió a lo que comúnmente se llama la Reforma Mormón. Poco después de Brigham Young consideró que la iglesia de Utah fue lo suficientemente seguro para anunciar la práctica de la poligamia en el mundo en 1852, los miembros de Utah experimentado un período de juicio. En 1855, una sequía golpeó el florecimiento territorio. Muy poca lluvia cayó, e incluso la fiabilidad de los arroyos de montaña corrió muy bajo. Una infestación de saltamontes y grillos con independencia de los cultivos destruidos los mormones han logrado salvar. Durante el invierno de 1855-56, harina y otras necesidades básicas eran muy escasos y muy costosos. Heber C. Kimball escribió su hijo, dólares y centavos no cuentan ahora, en estos tiempos, ya que son el espacio más reducido que he visto nunca en el territorio de Utah.

En septiembre de 1856, como continuación de la sequía, los ensayos y las dificultades del año anterior dio lugar a una explosión de intensa búsqueda alma. Jedediah M. Grant, un consejero en la Primera Presidencia y un conocido conservador de voz en la comunidad ampliada, predicó tres días de ardientes sermones al pueblo de Kaysville territorio. Hizo un llamamiento para el arrepentimiento y una reafirmación general de la vida moral y las enseñanzas religiosas. 500 personas se presentaron para "rebaptism" - un símbolo de su determinación de reformar sus vidas. El celo mensaje propagación de Kaysville Mormón en torno a las comunidades. Los líderes de la iglesia viajado por todo el territorio, expresando su preocupación por los signos de decadencia espiritual y pidiendo arrepentimiento. Se preguntó a los diputados para sellar con su nueva dedicación rebaptism.


Templos Mormones

La obra realizada en los templos mormones es sagrada, quizás es una de las cosas más significativas que difiere a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (La Iglesia Mormona o Los Mormones) del resto del mundo cristiano.

Actualmente la iglesia Mormona tiene 122 templos en operación en cuarenta países, con trece templos más que se han anunciado o están en construcción. De ésos en operación, más del 60% han sido dedicados en esta la última década. (Ver Listado Cronológico de los Templos. El crecimiento del número de templos coincide con el crecimiento tremendo de la Iglesia a través del mundo. El Presidente Gordon B. Hinckley, (que dedicó más de 80 templos) ha hecho bastante para instruir a los miembros sobre las bendiciones del templo. El presidente Monson dijo: "Hemos hecho todo lo que sabemos hacer para acercar los templos a nuestros miembros. Hay todavía muchos que tienen que viajar largas distancias. Espero que ellos continúen haciendo ese esfuerzo" (“Palabras de Cierre”, Liahona, Noviembre. 2004).

Santidad al Señor, la Casa del Señor

Según el líder mormón, cada templo sagrado representa nuestra membrecía en la iglesia, como una señal de nuestra fe en la vida después de la muerte, y un paso sagrado hacia la gloria eterna, para nosotros y para nuestras familias (Russell M. Agarre, la Preparación “Personal para Bendiciones” del Templo, Liahona, Mayo, 2001)
La Iglesia Mormona dedica todos sus edificios con el propósito de adorar a Dios. Los edificios y templos mormones también se apartan como lugares donde el Espíritu Santo puede residir, bendecir e inspirar a los que entran. Pero a diferencia de otros edificios, los templos se dedican para ser la casa del Señor: sagrada, especial, y apartada del resto del mundo. Como la Casa del Señor, el Señor establece las normas que las personas tienen que cumplir para poder entrar. Los que entran al templo deben hacerlo dignamente. Los miembros deben estar guardando los mandamientos y poseer lo que se conoce como una recomendación para el templo, una tarjeta firmada por el obispo y presidente de estaca, indicando que la persona es digna. El Señor invita a todos sus hijos e hijas a ser dignos de entrar al templo.
En templos mormones, los miembros fieles de la iglesia realizan Ordenanzas esenciales para la salvación y hacen convenios con el Señor. El templo es como una escuela donde hombres y mujeres aprenden acerca de cosas sagradas y eternas. El templo se puede considerar como una presentación del modelo de nuestra vida en la tierra, que a menudo se le conoce como El Plan de Salvación. En los templos mormones, se enseñan las verdades más puras y se hacen convenios solemnes no sólo por los miembros individuales en su propio beneficio, sino también a favor de los que han muerto.

Las ordenanzas del templo unen a las familias por la eternidad

Todas las Ordenanzas del templo se efectúan por medio del poder del Sacerdocio. Mediante ese poder, las ordenanzas efectuadas en la tierra se sellan, o se atan, en el cielo. El Salvador enseñó a Sus apóstoles: “…todo lo que ataren en la tierra será atado en los cielos” (Mateo 16:19; véase también D. y C. 132:7). Sólo en el templo podemos ser sellados con nuestra familia por la eternidad. El matrimonio en el templo une a un hombre y a una mujer eternamente si honran los convenios que han hecho. El bautismo y las demás ordenanzas nos preparan para este sagrado acontecimiento.
Cuando un hombre y una mujer contraen matrimonio en el templo, sus hijos también pasan a formar parte de esa familia eterna. Las parejas que se han casado por la ley pueden recibir esas bendiciones si se preparan y a sí mismos y a sus hijos para ir al templo y ser sellados los unos con los otros.

Templos Mormones y La Obra Vicaria

Cuando el Señor Jesucristo vivía en esta tierra, Él explicó claramente que sólo había un camino por el cual el hombre puede ser salvo. El dijo: "Soy el camino, la verdad, y la vida: nadie llega al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).
Dos cosas importantes se implican si uno cree en la escritura previa. Primero, quiere decir que en Su nombre se encuentra la autoridad para salvar la humanidad, como se explica en esta escritura que se encuentra en La Biblia: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre dado bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos". Segundo, hay una ordenanza esencial, el bautismo, que es la puerta por la cual cada alma debe pasar para obtener la vida eterna, como se explica en la siguiente escritura: “Respondió Jesús: De cierto, de cierto os digo, que el que no naciere del agua o del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).
Como el bautismo es esencial, la autoridad para actuar en el nombre de Jesucristo ha sido restaurada en la tierra por el profeta José Smith, la Iglesia Mormona se ocupa anhelosamente de compartir el mensaje del evangelio de Jesucristo a cada nación, a cada tribu, en cada lengua, y a toda persona. Esta tarea de predicar vino como un mandamiento de Él: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se acepta la responsabilidad de predicar el evangelio a cada persona en la tierra. El propósito es llevar las bendiciones del evangelio y sus ordenanzas salvadoras al mundo entero. ¿Pero es esto posible? ¿Qué pasa con los millones de personas que han muerto sin el bautismo? ¿Son condenados a “quemarse en el infierno” o ser privados de las bendiciones más grandes de nuestro Dios?
Según la Biblia y la doctrina mormona, la humanidad sólo puede ser salva por medio de Jesucristo y por el bautismo, pero la mayor parte de las personas que vivieron en la tierra, jamás supieron acerca de estos dos requisitos. ¿Es posible que Dios no reconozca a los millones que no tuvieron la oportunidad de oír el Evangelio y ser bautizados por la autoridad apropiada?
La respuesta a esto fue revelada por Dios mismo. Por revelación, Dios instruyó al Profeta José Smith para construir templos donde ordenanzas tales como el bautismo se pudieran realizar no sólo para los que estaban vivos, sino también para los que ya habían fallecido. En el Nuevo Testamento leemos, "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?" (1 corintios 15:29).
La realidad de la resurrección hace que el Bautismo por los Muertos no sea solo importante, sino fundamental para la salvación de los millones que han muerto sin el bautismo. Jesús, en el tiempo entre su muerte y la resurrección, visitó el mundo de los espíritus y predicó el evangelio (1 Pedro 4:6). El propósito por el cual el Salvador fue a predicar a los muertos en el mundo de los espíritus era para darles la oportunidad de escuchar y aceptar el evangelio, para que posteriormente se pudiera efectuar un bautismo a favor de ellos. "Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según su Dios." (1 Pedro 4:6.)
Para algunos, el efectuar ordenanzas por los muertos puede parecer una imposición, pero esa no es la intención que Dios tuvo cuanto presentó el plan ni cómo funciona. Cuando Jesucristo expió los pecados del mundo, Él hizo lo que las personas del mundo no podrían hacer por sí mismos. Cada miembro de la familia humana puede recibir el efectos y las bendiciones de la Expiación y la Resurrección de Cristo. La invitación de la salvación es para todos, pero las personas tienen albedrío, deben escoger por sí mismos si aceptarán o rechazarán la invitación de Cristo.
A causa de la Expiación y la Resurrección de Cristo, y por el poder y la autoridad del Sacerdocio, los mormones pueden hacer por los muertos, lo que los muertos no puede hacer por sí mismos. Este trabajo sólo se puede hacer en templos. Cuando se realizan ordenanzas por alguien que ha muerto, en ninguna manera le quita el albedrío a esa persona. Al contrario, si no se hace ninguna obra por una persona fallecida, la persona no tiene opción de su destino eterno. Una vez que la obra se haya hecho, ellos pueden utilizar su capacidad de escoger, aceptar, o rechazar las ordenanzas efectuadas. Los mormones creen que todos los que han vivido deberían tener la oportunidad de hacer esa elección. Por esta razón, la obra del templo y la historia familiar continuará ser una parte de integral de la Iglesia Mormona.
La familia

Una proclamación para el mundo

La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días


Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos.

Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna.

En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo conocieron y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y finalmente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna. El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro. Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos permiten que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente.

El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inalterable. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa.

Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios.

El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos. "He aquí, herencia de Jehová son los hijos" (Salmos 127:3) Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, madres y padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.

La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio, y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad completa. Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes. Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida. La responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos. En estas responsabilidades sagradas, el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente. Las incapacidades físicas, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben ayudar cuando sea necesario.

Advertimos a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos.

Hacemos un llamado a los ciudadanos responsables y a los representantes de los gobiernos de todo el mundo a fin de que ayuden a promover medidas destinadas a fortalecer la familia y mantenerla como base fundamental de la sociedad.

El presidente Gordon B.Hinckley leyó esta proclamación como parte de su mensaje en la Reunión General de la Sociedad de Socorro, el 23 de septiembre de 1995, en Salt Lake City, Utah, E.U.A.